Auténtica comida basura
Ciertamente, en su composición entran no pocos elementos que pueden ser considerados auténtica basura; mejor no entrar en detalles en atención a los muchos consumidores de este tipo de alimentos. Pero leo en una revista de divulgación científica que se nos viene encima una comida basura en la que esta palabra pierde su componente metafórico […]
Ciertamente, en su composición entran no pocos elementos que pueden ser considerados auténtica basura; mejor no entrar en detalles en atención a los muchos consumidores de este tipo de alimentos. Pero leo en una revista de divulgación científica que se nos viene encima una comida basura en la que esta palabra pierde su componente metafórico para recuperar su sentido literal, aunque un tanto eufemístico.
La NASA está investigando la posibilidad de reciclar los desechos digestivos para alimentar en un futuro a los astronautas.
Eufemístico, porque una cosa es basura, así en general, y otra las propias heces y la orina. Bien, pues la NASA está investigando la posibilidad de reciclar ambos desechos digestivos para alimentar en un futuro a los astronautas, en los viajes que se prevén de larga duración y que, de momento, parecen más hipotéticos que realizables.
La cosa, por mucha repugnancia que la idea nos produzca, tiene bastante lógica. Plantéense ustedes el envío de una expedición de ocho o diez personas a Marte. Sólo ida, por el momento. Tendrían que solucionar cómo y dónde almacenar comida y agua para alimentarlos durante un año. Espacio y peso: algo que en una nave espacial falta y sobra, respectivamente.
Nada nuevo bajo el sol
El problema no es nuevo, claro está. Repasen ustedes las narraciones de los viajes marítimos de los tiempos de las grandes navegaciones, de los grandes descubrimientos. La lectura del diario de Pigafetta sobre el viaje de Magallanes resulta, en este sentido, estremecedora. Pero, si prefieren lecturas más amenas, acudan a Verne, Salgari... Ya verán, ya, cómo lo pasaban navegantes y náufragos.
Por lo menos, aquellos marinos contaban siempre con la posibilidad, incluso en mares desconocidos, de dar con una isla en la que hacer aguada, recolectar frutas y verduras, cazar o adquirir esos productos de los nativos. En un viaje espacial, el reavituallamiento en ruta es, de momento, bastante más problemático.
Se hará. No sé si se irá a Marte, pero esto se hará.
Sigamos con la lógica. Que las heces contienen todavía nutrientes es algo que sabían muy bien los agricultores que las usaron como abono, por no mencionar seres como las gallinas, las moscas y los escarabajos peloteros. Se trata de eliminar lo no aprovechable y reciclar esos nutrientes. No parece que sea imposible, como no lo es obtener agua a partir de la orina.
De manera que es lógico y, además, es posible. Se hará. No sé si se irá a Marte, pero esto se hará. Ya ven que la vida real de los astronautas, en esa gravedad cero que obliga a entrenarse mucho para hacer cosas tan sencillas en la Tierra como comer, beber o descomer, nada tiene que ver con la de Luke Skywalker, el doctor Spock, Flash Gordon, Diego Valor...
El secreto, en los cocineros
Después de todo, lo de guardar las heces es algo que ya sucede en algunos lugares del planeta. Si ustedes deciden darse un garbeo por la Antártida, ya saben que cuando hagan sus necesidades deberán guardarlas en una bolsa y llevárselas consigo: allí no hay a mano contenedores para echar la bolsita con las caquitas del perro, ni las propias. El paso siguiente es reciclarlas no como fuentes energéticas o fertilizantes, sino como alimento.
¿Qué alimento? ¿Podrá resultar medianamente atractivo? No será difícil; no hay más que poner el producto en manos de cocineros adictos a la alta tecnología, que a base de productos utilizados en la industria alimentaria son capaces de hacer parecer comestible, y hasta de que a veces lo sea, cualquier cosa.
Más de una pega
Se me ocurre alguna pega, desde luego. Como ustedes saben, casi todo lo que se ha inventado para ser usado en el espacio acaba aterrizando e incorporándose a nuestra vida cotidiana; y esto, si se logra, que no veo por qué no, seguirá el mismo camino. Si la población mundial sigue creciendo al ritmo actual, y dado que el terreno agrícola disminuye, el reciclado de las heces podría ser una solución a medio o largo plazo.
Al final, será verdad aquello de que veinte mil millones de moscas no pueden equivocarse.
Permítanme que me horrorice tal posibilidad, aunque reconozca, insisto, que es lógica y es posible. Si la cosa funciona y llega a nuestro día a día, o al de quienes nos sucedan, quedará obsoleto llamar "comida basura" a lo que ahora bautizamos así, aunque... no sé, pero me parece que a ese producto no costará mucho darle apariencia de hamburguesa.
Razón tenía don Hilarión, el viejo boticario de La verbena de la Paloma: hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad. Pero entiéndase aquí barbaridad no como exageración, sino en el sentido más literal y más peyorativo que se les ocurra. Y no se equivoquen: esto pasará. Seguramente ni usted ni yo lleguemos a verlo, lo que me consuela bastante; pero llegará a la vida diaria, así que, al final, será verdad aquello de que veinte mil millones de moscas no pueden equivocarse. ¡Si hasta trabajan para la NASA!