Recorrido del Tuscany Trail, una aventura de gravel de 440 kilómetros.

Bicicleta, tierra y silencio: el viaje gravel como forma de vida

Gravel: un viaje en bicicleta, pausado y contemplativo, por caminos de tierra y naturaleza abierta, donde cada pedalada cuenta una experiencia mágica. Las rutas son infinitas.

No es una moda. No es un deporte en el sentido tradicional. El gravel es una filosofía de viaje que ha encontrado en el acto de pedalear un medio para reescribir la relación entre el cuerpo, el paisaje y el tiempo. No se trata solo de ciclismo. Se trata de presencia. Y de compartir. Quienes eligen el gravel hoy, y cada vez son más, no lo hacen para competir, sino para pertenecer. A una comunidad silenciosa y dispersa que se mueve por caminos de tierra ocultos, bosques antiguos, tramos de costa dejados de lado por la velocidad. Pertenecen a otra geografía, hecha de caminos sin marcar, y a una ética del viaje que prioriza el contacto, la respiración, la escucha.

El éxito de esta tendencia reside en la palabra inglesa, gravel (grava o gravilla en español) que se convierte en un sonido universal de libertad. Un sonido que resuena entre las ruedas y la tierra, a pleno pulmón, en el corazón que late sin prisa. El gravel es popular porque libera: de los coches, de las expectativas, de los ritmos impuestos. Y porque invita a mirar y sentir. De verdad. Y así redescubres un lugar en su belleza más pura. Y España está llena de rutas para practicar con bicicletas de gravel. Hay muchas, así que las que aquí mencionamos son solo algunas de las muchas posibilidades que se abren ante el aficionado.

Por ejemplo, en Navarra. La Comunidad Foral, pionera tantas veces en recursos para disfrutar de la naturaleza, ha puesto en marcha la iniciativa Club Navarra en Bici, para reforzar la región como destino ciclista. Una de las rutas propuestas transcurre por el Pirineo navarro a través de valles tan emblemáticos como Baztan y pueblos pintorescos junto a la Selva de Irati.

En el centro de la península, el Gravel Tour Alcarria es un recorrido circular de 175 kilómetros que, entre caminos naturales, pistas y algún tramo en carreteras locales, atraviesa algunos de los pueblos más atractivos de Guadalajara, como Trillo, Cifuentes, Brihuega o Sacedón, en la zona donde el escritor Camilo José Cela inspiró su Viaje a la Alcarria. Más ambiciosa en la ruta propuesta por el Consorcio Camino del Cid: 1.500 kilómetros que, en siete etapas –con nombres tan evocadores como El destierro o La conquista de Valencia– se inicia en Burgos para recorrer de norte a este la península hasta Alicante. Y, viajando al sur, también con reminiscencias históricas, encontramos la ruta Al Ballut, que debe su nombre a una de las provincias del Califato de Córdoba y que coincide con la actual comarca de Los Pedroches, que es la que se recorre durante 342 kilómetros que, entre caminos y asfalto, y sobre todo encinares, atraviesa una de las mayores dehesas de España.

Para quienes hacen de la bicicleta la excusa perfecta para ampliar horizontes, hemos querido rescatar una ruta italiana: la Tuscany Bike Trail, un recorrido a través de la Toscana abierto a ciclistas de todos los niveles, desde principiantes hasta expertos, dada la ausencia de dificultades técnicas. Recorre, en total, unos 440 kilómetros por el corazón de la emblemática región a través de pueblos medievales, campos de lavanda e iglesias parroquiales románicas. Una Toscana diferente, más auténtica, donde la belleza no se exhibe, sino que se ofrece a quienes saben reconocerla.

Estas pocas, entre las muchas rutas posibles para recorrer en bicicleta, revelan territorios que se resisten a la estandarización. Dedicadas a quienes eligen la coherencia a expensas del rendimiento. De un nuevo deseo colectivo: viajar con respeto, despacio, con alma. Y con muchísima pasión.

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