Cinco cabinas de primera clase que ofrecen una experiencia exquisita

Cinco cabinas de primera clase que ofrecen una experiencia exquisita

Saudia Airlines incorporó hace apenas un año la nueva cabina de primera clase First Suite, pero solo para sus vuelos de alto alcance, es decir, en sus rutas hacia Nueva York, Washington, Londres y París. Estos cubículos persiguen un objetivo: que el pasajero se sienta como en la intimidad de su casa: cabina totalmente cerrada, […]

Saudia Airlines incorporó hace apenas un año la nueva cabina de primera clase First Suite, pero solo para sus vuelos de alto alcance, es decir, en sus rutas hacia Nueva York, Washington, Londres y París. Estos cubículos persiguen un objetivo: que el pasajero se sienta como en la intimidad de su casa: cabina totalmente cerrada, una pantalla de 23 pulgadas en la que uno puede empaparse de hasta 1.500 horas de películas en HD (que ya son horas, menudo vuelo) y los asientos confortables y fabricados con materiales nobles. Lo dicho, como en casa.

Como la mayoría de los clientes que utilizan esta elitista manera de viajar suelen ser hombres/mujeres de negocios, un amplio escritorio hace las veces de oficina, con servicio wifi incluido. Mesa que luego se transforma en comedor sobre el que se sirve un menú de cuatro platos preparado por un chef que viaja a bordo. En esta especie de metamorfosis mobiliaria, la cabina se convierte, durante las horas en las que hay que dormir, en un dormitorio con colchón, almohada… y un pijama diseñado por Porsche Design para los hombres, y por Furla para las mujeres.
En la First Class de Lufthansa se han esmerado para que los ruidos del avión no molesten a los pasajeros que ocupan esas plazas: han desarrollado un material especial situado en la parte exterior del avión que protege del zumbido machacón de los motores. También han instalado un sistema en el suelo para evitar el martilleo de las pisadas.

A. Oristano

Pueden parecer menudencias sin importancia, pero en esos pequeños detalles está la sal de la vida. Por ejemplo, a la hora de comer (o cenar): los cocineros que confeccionan los platos de esta línea aérea son de reconocido prestigio (rotan cada dos meses) y la vajilla se acaba de rediseñar, con molinillos de sal y pimienta para cada pasajero, elegantes jarras con agua de tres clases diferentes, tabla de quesos de porcelana, renovada cubertería, y una vajilla de hueso fino fabricada por la marca Dibbern.

Cada cliente tiene su ventana doble con persianas electrónicas, su propio armario con compartimento de zapatos, una mesa auxiliar para continuar con sus tareas mientras comen que luego se convierte en escritorio con guarnición de cuero, todo envuelto en materiales en tonos blancos, platas, rojos, azules… Estas son las bazas de British Airways en su primera clase. Son ingleses y el ‘british style’ brilla allí donde la Reina Madre pone el ojo.

A esto habría que añadirle una pantalla de entretenimiento de 15 pulgadas, carga USB y conector RCA. Como no podía ser menos, los pasajeros son recibidos en cabina con champán que, seguro que les ayuda a la hora de dormir: edredón blanco y cama plana de metro ochenta. A la hora de comer, un menú amplio servido sobre manteles de lino blanco y porcelana fina.
De Singapore Airlines dicen que es una mejores del mundo, y es que por esas latitudes cuidan con mimo lo que supone ser el anfitrión. Aquí, el lujo asiático se palpa en un asiento de 90 cm de ancho tapizado en cuero, que se transforma en una cama plana de hasta dos metros y un kit de aseo de Ferragamo En cuanto al entretenimiento, música, juegos, aplicaciones (en una pantalla LCD personal de 23 pulgadas con auriculares Bose), cine y televisión.

Los franceses también tienen lo suyo. Ese chic minimalista dulzón tan de ellos es la seña de identidad de ‘La Première’, que es como ellos apellidan las suites individuales exclusivas de los Boeing 777-300 de larga distancia: azul glaciar, gris claro y suaves pinceladas de rojo. Hablamos, claro de Air France, cuyas cabinas de First Class exudan ese gusto por la moda tan francés. Paredes y asientos de cuero, tapizados capitoné de gamuza, pespuntes, toques de madera y metálicos. Todo ello coronado por una luz tamizada (o intensa, a gusto del cliente), un guardarropa particular y lámparas de lectura orientable.
Si no viaja solo, la cabina se puede convertir en una especie de ‘cena para dos’, con unas cortinas que se cierran y la privacidad es el plato fuerte, como si no hubiera nadie al otro lado. Después de llenarse la panza, todo se transforma en una cama horizontal de unos 77 cm de anchura cubierta por un edredón y una almohada de hilo de algodón.

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