En la inmortal Florencia

En la inmortal Florencia

En cualquier época del año, la ciudad de Florencia luce en todo su esplendor. Siempre que se viaja a la bella capital toscana recuerdo las palabras de Leonardo Da Vinci cuando dijo que “la belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte”. Efectivamente, Florencia es inmortal a la vez que bella. En […]

En cualquier época del año, la ciudad de Florencia luce en todo su esplendor. Siempre que se viaja a la bella capital toscana recuerdo las palabras de Leonardo Da Vinci cuando dijo que “la belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte”. Efectivamente, Florencia es inmortal a la vez que bella. En los trayectos que llevan de uno a otro lugar de la ciudad la belleza se ha aferrado a sus paredes y el arte, en todas sus manifestaciones posibles, cubre la ciudad como un gran manto.

En la Galería de los Uffizi aguarda una mujer de singular belleza, Simonetta Vespucci, convertida en diosa gracias a los pinceles de Botticelli en su célebre ‘El Nacimiento de Venus’. Esta galería palatina es el mayor museo del mundo dedicado al Renacimiento; no es casualidad que esté ubicado en la ciudad donde surgió entre 1300 y 1400. En su interior pueden recorrerse numerosas salas donde encontrar obras de arte desde los mecenas –como los Medici– hasta los grandes maestros de su tiempo: Rafael, Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, etc. Una segunda cita artística se da en la Galería de la Academia, donde antes de llegar hasta allí se puede aprovechar el paseo desde la Plaza de la Señoría para recorrer las zonas más transitadas de la ciudad, con calles en las que se suceden tiendas de marcas de lujo.

La Plaza del Duomo acoge el conjunto artístico más impresionante de Florencia: la catedral metropolitana, Santa María del Fiore, uno de los edificios más grandes de la cristiandad, construida por varios arquitectos. Esta catedral simbolizó la riqueza y el poder de la capital toscana durante los siglos XIII y XIV; su cúpula, obra de Brunelleschi, el icono más representativo de la ciudad junto con el Campanile de Giotto. En la misma plaza, puede apreciarse también el Baptisterio de San Juan, obra igualmente de Brunelleschi, donde destacan las Puertas del Paraíso, diseñadas por Ghiberti. Al llegar a la Galería de la Academia —fundada en 1563 para ofrecer material a los estudiantes de dibujo— se puede contemplar durante un buen rato su obra más destacada: el monumental David de Miguel Ángel.

En la otra orilla del río pueden visitarse otras importantes obras renacentistas como son el Palacio Pitti y los Jardines de Bóboli. En el primero, entre otras curiosidades, puede visitarse la Galería del Traje, un referente para conocer la indumentaria de los siglos XVII al XX, desde el corsé antiguo hasta la minifalda. Tras el edificio se sitúan los jardines más grandes de la ciudad, encargados por la familia Pitti, rivales de los Medici.

Carlos Risco

El parque de árboles y esculturas se sitúa sobre una antigua cantera que aprovecharon para crear un teatro con graderío, en el cual se representaron algunas de las primeras óperas de la historia. La moda italiana ha sido siempre un referente y Florencia ha sido cuna de grandes diseñadores y firmas que, incluso hoy, exhiben sus diseños icónicos al público. El Museo Salvatore Ferragamo expone más de 10.000 zapatos creados por el diseñador desde 1920 hasta su muerte, en 1960. Otro gran espacio de la moda es el Museo Gucci, en la Plaza de la Señoría, que repasa la historia de la firma desde su creación en 1921.

No hay que dejar de ver los Escudos de los Gremios (originalmente estaban en la fachada exterior del Palacio de la Mercancía), que fueron diseñados en el siglo XIII como emblemas de los gremios que cimentaron el comercio florentino. Además de exposiciones, el edificio alberga el acogedor Gucci Caffè. Tras un par de días en Florencia, merece la pena dedicar alguna jornada a visitar algunas de las ciudades cercanas (hay interesantes excursiones programadas por Viajes El Corte Inglés). Vagar por las estrechas calles de Siena, bajo su admirable arquitectura gótica civil, o adentrarse en el pueblo amurallado de San Gimignano, la localidad de las Bellas Torres declarada Patrimonio de la Humanidad, recrean los últimos pasos de un viaje inolvidable.

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