Inglaterra oculta: un recorrido por el sur del país
Vibrante y sorprendente, encantadora y colmada de historia: arranca aquí una incursión a la Inglaterra más sureña para dejarnos seducir por lo antiguo, lo nuevo y lo que está por venir.
Resulta tentador, incluso un tanto emocionante, ponerse al volante de cualquier vehículo en tierras británicas. Mucho más, claro, si el objetivo es ahondar en esa Inglaterra no tan explorada que se extiende hacia el sureste de Londres. Así, ponemos en estas líneas rumbo al histórico condado de Kent para perdernos por sus retorcidas carreteras en busca de la campiña más auténtica: por algo es conocido este vergel como ‘el jardín de Inglaterra’, un paraíso adorado por los amantes de la naturaleza. Pero, más allá de sus parques y bosques, de sus infinitas praderas, cultivos y parterres a rebosar de flores, esta tierra ofrece una cara B que toma forma en coquetas localidades en las que el arte, en todas sus vertientes y posibilidades, lo inunda todo. Esa es precisamente la Inglaterra que queremos explorar.
Nuestro particular road trip arranca, sin embargo, en un castillo: el de Leeds, cerca de la ciudad de Maidstone, uno de los reclamos monumentales no solo del condado, sino de todo el país. Considerada una de las fortalezas más bonitas del mundo, es todo un placer pasear por sus más de 200 hectáreas de terreno. También caminar sin prisas por los jardines cuidadosamente perfilados para el disfrute de los visitantes; contemplar los patos y cisnes refrescándose en las aguas de algún estanque. Por aquí y por allá, diseminadas butacas a rayas que colocar al cobijo de un árbol o bajo ese cielo gris, tan inglés y a la vez tan especial, y disfrutar de momentos de relax y desconexión.
Después tocará aprender algo de historia, pues si de algo va sobrado el patrimonio inglés es de anecdotario. Como que, en el castillo de Leeds, y a lo largo de sus nueve siglos de antigüedad, se hospedaron hasta seis de las reinas medievales de Inglaterra. Tras funcionar como bastión normando, palacio de Enrique VIII y Catalina de Aragón o lugar de retiro de personajes influyentes de principios del siglo XX, hoy es uno de los edificios históricos más visitados del país.
Nos vale esta primera incursión para empaparnos de esa esencia british tan ligada a estos lares, aunque volvemos a despojamos de ella en cuanto ponemos los pies en la siguiente parada. Folkestone nos muestra cómo un pueblito pesquero repleto de encanto puede regenerarse hasta convertirse en todo un referente del movimiento más alternativo del sur inglés. Lo percibimos en cuanto dejamos el coche en el aparcamiento del puerto: la claridad lo inunda todo en esta jornada otoñal y la localidad se muestra en todo su esplendor. Frente a nosotros, el Folkestone Harbour Arm, un brazo de hormigón que se adentra en el mar y en el que se funden la antigua estación de tren y el viejo puerto desde el que partieron, durante las dos guerras mundiales, los soldados que marchaban al frente. Hoy, el enclave ha sido transformado en un absoluto place to be y alberga innumerables negocios independientes. Entre las propuestas, The Pilot Beachbar, un restaurante a pie de playa con un par de ‘coches locos’ a modo de decoración, o un singular vagón de tren, el Shesells Seashells, en el que se sirve la mejor combinación de ostras y vino del condado. Algo más allá, ya en el centro del pueblo, late fuerte la escena artística: toca echar un ojo a las infinitas galerías de arte y cafeterías de especialidad que han conquistado en los últimos tiempos el Creative Quartier.
Culto al territorio
A unos 35 kilómetros de Folkestone encontramos The Pig at Bridge Place, un precioso hotel boutique en un edificio de ladrillo visto con origen en el siglo XVII que en las últimas décadas albergó una de las salas de conciertos más populares en la región. Hoy, sin embargo, ha vuelto a recuperar su esencia y ambiente sosegado al convertir sus espacios en elegantes salones en los que tomar el aperitivo o entregarse a la lectura y, en la planta superior, siete habitaciones con camas con dosel y chimeneas.
Fuera, la campiña de Kent se despliega a lo grande y acoge un puñado de coquetas cabañas, una zona de spa y el restaurante, probablemente el gran reclamo del lugar gracias al kitchen-garden del que nutre su despensa. Descubrir los secretos del huerto de la mano de su jardinero jefe desvela curiosidades como que cuentan con colmenas cuyas abejas polinizan el jardín o que existe una habitación en la que cultivan hongos usando los posos de café reciclados. También que aquellos ingredientes que no producen ellos mismos proceden de un radio máximo de 40 kilómetros.
Por ejemplo, de la vecina Whistable, donde encontramos un pueblo tranquilo, medio vacío, en el que el turismo propio de los meses estivales ya pasó al olvido. Una de sus estampas más representativas se halla frente al mar: pintorescas casetas de colores pastel que alegran el paisaje en la playa.