Ópera Garnier en París.

La Ópera de Garnier celebra 150 años como joya arquitectónica del París decimonónico

La emblemática Ópera de Garnier, un monumental edificio que alberga un interior de preciosos excesos decorativos, llega a los 150 años de vida como símbolo del señorial París decimonónico.

La capital francesa está siempre de actualidad. Si 2024 fue un año brillante, por tener lugar en ella los Juegos Olímpicos, que se desarrollaron con gran éxito, el actual celebra icónicas construcciones, como la Ópera Garnier, que se inauguró en enero de hace ahora 150 años, en 1875. Tres lustros fueron necesarios para erigir esta obra pública, una de las más bellas del mundo, que mira al museo del Louvre –que fuera residencia del monarca Luis XIV–. Cada año, sobrepasan el millón el número de personas que la visitan y los 300.000 las que acuden a sus representaciones.

Visionario el arquitecto Charles Garnier (1825-1898), quien comenzó el proyecto con 36 años y lo finalizó con 50, contribuyendo a la transformación del París del barón Haussmann, el de las grandes avenidas, bulevares y plazas, con un edificio monumento. El hecho de que los terrenos fueran pantanosos, no fue freno para el arquitecto ni para las instituciones ministeriales, que autorizaron su construcción. Si larga fue la espera para verlo hecho realidad, la factura también fue generosa: 36 millones de francos de oro, que equivaldrían a casi 329 millones de euros de nuestros días. ¿La superficie? Igualmente descomunal, más de 11.000 metros cuadrados.

Ópera Garnier en París.
Salon du Glacier, con frescos en el techo, tapices en las paredes y bustos en homenaje a diversas personalidades relacionadas con el edificio.

El impulsor del proyecto había sido Napoleón III, y la primera en conocer lo ideado por Garnier, la mujer de aquel, la española Eugenia de Montijo. El emperador no quería que sus más fervientes enemigos volvieran a intentar asesinarlo cuando se dirigía a una representación, como había ocurrido en 1858 en el teatro Le Peletier. Lo que se construya habrá de reunir por tanto los siguientes requisitos: ser un centro de alto nivel donde convivan dos disciplinas artísticas, la danza y la música, amén de un lugar con extremas medidas de seguridad. Es decir, un búnker.

Hay una anécdota curiosa relacionada con la emperatriz Eugenia de Montijo y la ópera. El día que Garnier le presenta el proyecto, ella exclama que no aprecia por ningún lado el estilo del edificio, que no logra encajarlo entre los hasta entonces conocidos. Es diferente, nada que ver con el pasado. “Es de estilo Napoleón III, señora”, le responde el arquitecto. Uno nuevo, que Garnier acuñaría por tanto en ese momento y donde no faltaban influencias de estilos clásicos, como por ejemplo el Barroco y el Renacimiento. Esto trae a la mente los palacios italianos del período tardío de este último movimiento artístico, por la presencia de pintura y escultura en su interior, entre otras características. La impronta del Segundo Imperio está hasta en las más de 2.000 butacas de terciopelo, por su color rojo, emblema del poderío imperial.

Ópera Garnier en París.
Auditorio y sus características butacas de color rojo. En el techo, un fresco del pintor Marc Chagall oculta desde 1964 la decoración original.

Escasos cuatro años más tarde de la finalización del proyecto de la plaza de la Ópera parisina, Garnier veía hacerse realidad otro de sus edificios estrella, la Ópera de Montecarlo, que surgiría por impulso del príncipe Carlos III para atraer un público de refinados gustos y alto poder económico al Principado de Mónaco. Ambos edificios continúan como símbolos de la belleza arquitectónica de finales del XIX.

2025 no solo está siendo un año para festejar la creación de la ópera de mayor impacto de la capital, sino también la llegada al mundo hace dos siglos de quien la hizo realidad, quedando su apellido unido por siempre a su construcción. Como ocurre con Gustave Eiffel y su torre. Garnier, que colaboró con este último en los estertores de su productividad, es igualmente padre del casino de Vittel y del Observatorio de Niza. Entre sus publicaciones figuran À travers les arts, causeries et mélanges (1869), Le Théâtre (1871) y Le Nouvel Opéra (1875).

Ópera Garnier en París.
El gran vestíbulo de la ópera, de más de 150 metros de largo. Su techo fue pintado por Paul-Jacques-Aimé Baudry y representa varios momentos de la historia de la música.

Volviendo a su obra que más fama le diera, la de París, si el exterior de robusta piedra deja a quien la admira positivamente perplejo, su interior de mármol es la prolongación de esa oda al exceso decorativo, en el que la escalera central deja boquiabierto al visitante. Por ahí han subido y bajado cabezas coronadas, actores y actrices, insignes artistas, ilustres conocidos y desconocidos amantes de la danza y el bel canto.

Si la escalera, por la que descendieron en junio pasado las modelos de la casa Chanel, enfundadas en creaciones de alta costura, es de lo más impactante, alcen la mirada en el auditorio, dirección al techo del edificio: lo que vemos es un festín de color, gigantesco fresco, realizado hace más de seis décadas por el célebre Marc Chagall, por encargo del entonces ministro de la Cultura, André Malraux. En realidad, esta obra, que es desmontable y que parecía nacer para un periodo limitado, oculta otra, la que realizara el pintor Eugène Lenepveu. Hay, de hecho, quien reclama la posibilidad de volver a apreciar la original. En el centro, otra creación no menos importante: una gran lámpara dorada con 340 bombillas y más de ocho toneladas de peso. Algo revolucionario para la época en la que se construyó es que si sumáramos todos los espacios públicos del edificio, estos superarían en tamaño a los del propio auditorio.

Ópera Garnier en París.
Techo de uno de los salones, decorado con pinturas de Georges Clairin.

La última gran soirée en ese impactante enclave tenía lugar el pasado 24 de enero, día de la gran gala de aniversario. Un lugar no exento de impronta española desde 2022, cuando el bailarín y coreógrafo de origen murciano José Carlos Martínez, fuera nombrado director de la danza de la Ópera de París.

Un año este de lo más Garnier, con visitas temáticas, exposiciones del edificio –que ha sido escenario de películas, series y comedias a lo largo de su larga historia–; muestra de trajes de escena, así como inspiración para un buen puñado de firmas del universo del calzado, la gastronomía y las joyas, que han creado objetos inspirados en este lugar que tiene como símbolo la lira, por deseo propio de su artífice. Además, sobre él y su gran edificio, la mejor escena para apreciar óperas y ballets, se han publicado varios libros.

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