Los pequeños rituales hacen que la comida sepa mejor
Ya lo dicen las madres: “¡No comas de pie y a toda prisa!” Más allá de la necesidad fisiológica de nutrientes, la comida está cargada de pequeños rituales que se pueden considerar en mayor o menor medida culturales, pero ahora un equipo de científicos acaba de dar un paso más allá. De acuerdo con un […]
Ya lo dicen las madres: “¡No comas de pie y a toda prisa!” Más allá de la necesidad fisiológica de nutrientes, la comida está cargada de pequeños rituales que se pueden considerar en mayor o menor medida culturales, pero ahora un equipo de científicos acaba de dar un paso más allá. De acuerdo con un reciente estudio, esas pequeñas ceremonias inadvertidas que muchos realizamos a la hora de comer no sólo no son una pérdida de tiempo sino que de hecho ayudan a modificar para bien nuestra percepción del sabor de los alimentos.
Un buen ejemplo lo tenemos en las celebraciones de cumpleaños. El momento de la tarta llega tras una fórmula pautada que se cumple con bastante precisión: una canción, unas velas, su soplado, el reparto final de los trozos de pastel… y a todo el mundo parecen gustarle los pasteles de cumpleaños, por muy poco amigos del dulce que sean en su vida cotidiana.
Los investigadores esperan aplicar los resultados del estudio a campos como la cirugía.
¿Era esta una impresión subjetiva? ¿Se trataba de algo que podía ser medido? Las conclusiones de los estudios que se llevaron a cabo para responder a estas preguntas tuvieron, como muchas otras en ciencia, un origen serendípico, esto es, surgieron a partir de una observación fenomenológica casual. La investigadora Kathleen Vohs, de la Universidad de Minnesota, explica uno de los ejemplos que le llevó a plantearse esta investigación: “Siempre que pido un café, sacudo un sobre de azúcar, le echo un poco y lo pruebo. Nunca es suficiente, así que acabo echándole la mitad del sobre. Pero este ritual no es funcional: podría saltármelo y echar directamente el medio sobre en mi café”.
Cuatro experimentos
Para comprobar si es cierto que las pequeñas ceremonias afectan a nuestra percepción alimenticia, los investigadores llevaron a cabo cuatro experimentos. En el primero se repartía una chocolatina a una serie de sujetos que fueron divididos en dos grupos. Mientras que a los miembros del primero se les dijo que podían comer la chocolatina como quisieran, los del segundo grupo debían partir el chocolate en dos antes de abrir el paquete, desenvolver una mitad para comerla y luego desenvolver la otra. El resultado es que los que siguieron este ritual dieron mejor puntuación a la chocolatina, la degustaron más y aseguraron estar dispuestos a pagar más por ella que los miembros del otro grupo.
El siguiente experimento sirvió para reforzar los descubrimientos del primero. Gracias a él se pudo comprobar que los movimientos aleatorios no sirven para mejorar la experiencia: sólo aquellos rituales repetidos, episódicos y fijos parecen servir para cambiar la percepción de la comida. Del mismo modo, se pudo comprobar que cuanto mayor sea el lapso de tiempo entre el ritual y el consumo, mayor impulso tienen sus efectos. Los dos últimos estudios sirvieron para comprobar la necesidad de una implicación directa en los rituales; ver a alguien hacer lemonada no ayuda a que ésta nos sepa mejor.
Para muchas personas, las conclusiones de esta investigación pueden resultar lugares comunes que ya sabían, pero en realidad estos pequeños rituales mundanos tienen efectos tangibles y su aplicación, de acuerdo con los investigadores, puede ser útil más allá de las comidas, en campos como la cirugía: “Estamos estudiando la posibilidad de llevar a cabo rituales antes de una operación quirúrgica para medir el dolor posterior a la intervención y la tasa de curación”, indica Vohs.