Tullio Abbate renueva su legado con yates personalizados y producción artesanal
A orillas del lago de Como, en Italia, el mítico astillero Tullio Abbate se mantiene fiel a un legado que convirtió sus veloces yates en objetos de deseo. La artesanía y la personalización son ahora sus señas de identidad.
El grado de personalización de los yates construidos por Tullio Abbate es tal que, cuando un cliente pidió que las barras y asideros de la cubierta fueran en negro –en lugar del habitual acabado metálico–, le enviaron algunas muestras golpeadas adrede para que fuera consciente de que cualquier pequeño daño podía ser más visible sobre la pintura elegida. El cliente asumió el riesgo y los acabados lucen ya en negro; eso sí, de momento, impolutos.
Tullio Abbate, un histórico astillero artesanal enclavado junto al emblemático lago de Como, en Italia, vive ahora una segunda juventud. La primera fue estelar, cuando en los años 80-90 del siglo pasado se convirtió en la marca de yates que todo aficionado a la navegación, y también a la velocidad –consustancial a la marca–, soñaba con tener. Como quien, en el mundo de los automóviles, anhela un Ferrari o un Lamborghini. Entre otras razones, porque lo lucían algunos de los ídolos de la época. Las fotos de aquel tiempo deslumbrante muestran a Tullio Abbate, el fundador, con los entonces futbolistas Maradona o Lothar Matthäus; el tenista Björn Borg; el diseñador Gianni Versace; miembros de la realeza y aristocracia europea como Stefano Casiraghi o Vittorio Emanuele de Saboya; pero sobre todo con pilotos de Fórmula 1: Niki Lauda, Michael Schumacher, Ayrton Senna, Gilles Villeneuve, Nelson Piquet o Keke Rosberg. No es ni mucho menos casual la presencia de tanto piloto: los Abbate han sido y son una familia de campeones de la velocidad. Navegar, para ellos, es correr, competir.

Guido, el padre del fundador del astillero, fue el primero de la saga, no solo ganando pruebas como la Centomiglia –de las más carismáticas, con el lago de Como como bello emplazamiento–, sino revolucionando el sector con decisiones audaces como usar por primera vez para embarcaciones motores de grandes firmas de automóviles. Con la velocidad siempre como objetivo. Valga como muestra: en 1951, consiguió que el yate Laura, que él mismo había construido y que equipó con un motor Alfa Romeo, superara los 225 kilómetros por hora cuando solo cuatro años antes el reto era alcanzar los 100.
Como decíamos, fue Tullio Abbate, el hijo de Guido –de quien mamó la pasión por la navegación acompañándole, siendo aún un niño, en jornadas sin horario en torno a la construcción de barcos y sus probaturas en el lago–, quien fundó en 1969 el astillero que lleva su nombre. Para entonces, ya había comenzado a fraguarse un abultado currículum ganando carreras y batiendo récords, pero lo que vino a partir de entonces le convirtió para siempre en una leyenda de la náutica. En la familia cuentan que, justo antes de fundar el astillero, acudió a su padre para enseñarle el nuevo material, fibra de vidrio, en el que quería construir los nuevos yates, en lugar de madera, Guido Abbate le echó de casa, por utilizar plástico para algo así. “Está loco”, advertía en su entorno sobre su hijo. Pero lo cierto es que los barcos del vástago rebelde comenzaron a ganar carreras por todo el Mediterráneo y él mismo siguió honrando el apellido como el más rápido del lago. La historia de la marca, a partir de entonces, alterna competiciones, victorias, innovaciones técnicas, pruebas, amistades célebres y yates, muchos yates –en Tullio Abbate calculan que se han llegado a vender entre 8.000 y 9.000–, rediseñados con nuevas formas, potenciados con innovadores motores, coronados con nuevos laureles. Y, además, añadiendo a todo ello un grado de sofisticación y lujo en los acabados que es ahora uno de los pilares de esa segunda juventud que vive la firma.

Tullio Abbate Jr, nacido en 1982, es el protagonista de esta nueva etapa. Como su padre, él también heredó desde muy pequeño la pasión por la navegación y la velocidad que permanece ya indisolublemente asociada al apellido –dos campeonatos del mundo en diferentes modalidades adornan ya su currículum–.
Cuando el covid se llevó a su padre en 2020, Tullio Abbate Jr. cogió definitivamente las riendas de la compañía. Con la misma filosofía –velocidad, excelencia, tecnología, innovación–, pero con un añadido más que ahora sitúa en el frontispicio de la empresa: personalización. Absoluta. Sin límites. Es una de las ventajas de la apuesta por la fabricación artesanal que sustenta el astillero. Visible, incluso, para un neófito: si uno espera ver allí grandes máquinas creando cascos de yate en cadena se equivoca. Las naves en las que funciona el astillero están llenas de resina de madera y de restos de fibra de vidrio en las que los operarios trabajan suavizando superficies a mano con una lija.

De allí han salido los yates que Tullio Abbate tiene ahora en su porfolio, agrupados en tres categorías. Por un lado, la línea Classic, con el Armonía 28 como heredero de algunos de los modelos legendarios de la marca, y sobre todo con el Miss Villa d’Este, el buque insignia, depositario de todo el saber hacer de la familia, perfecta armonía entre elegancia y rendimiento. La segunda categoría es la Comfort, de cuya filosofía es buen ejemplo el Sunshine 30, que una a la velocidad y rendimiento característicos, un casco de gran habitabilidad, un espacioso solárium y una cabina con baño y cocina, ideal para excursiones de un día. Y, por último, la línea Sport tiene al modelo Mito como gran referente, y al Mito 33 como reflejo de la combinación perfecta de competición y confort. “Para enfrentarse al mar –dicen en la marca– con respeto pero sin miedo”.