Vacheron Constantin reinterpreta la belleza en un nuevo reloj de bolsillo
Vacheron constantin y la excelencia caminan juntos. El departamento que mejor describe esa cualidad es Les Cabinotiers, el lugar dedicado a la producción de piezas marcadas por su singularidad. Y lo han vuelto a demostrar. Siguiendo los pasos de aquellos maestros relojeros ginebrinos conocidos como cabinotiers durante el Siglo de las Luces, el equipo aceptó […]
Vacheron constantin y la excelencia caminan juntos. El departamento que mejor describe esa cualidad es Les Cabinotiers, el lugar dedicado a la producción de piezas marcadas por su singularidad. Y lo han vuelto a demostrar. Siguiendo los pasos de aquellos maestros relojeros ginebrinos conocidos como cabinotiers durante el Siglo de las Luces, el equipo aceptó el reto de un coleccionista que deseaba un reloj de bolsillo técnica y estéticamente excepcional, que reflejara las tradiciones más nobles de la Alta Relojería del XVIII. El resultado es Les Cabinotiers Sonería Westminster – Tributo a Johannes Vermeer, un proyecto emprendido en 2013 y donde se combinan los conocimientos relojeros y artesanales de la casa.
Equipado con un nuevo movimiento, el Calibre 3761 con Gran Sonería y tourbillon, hay que atender también a la caja, grabada a mano y coronada por un arco adornado con dos cabezas de león. El fondo, tipo officier, está realzado por el esmalte del cuadro de Vermeer La joven de la perla, y tiene la firma de la esmaltadora Anita Porchet. Deteniéndonos en la mecánica, hay que decir que el nuevo calibre de carga manual consta de 806 piezas, y además del tourbillon, hay que hablar del carillón Westminster con mecanismo integrado de Gran y Pequeña Sonería, acoplados a un repetidor de minutos. Una demostración más de la experiencia y tradición atesorada por Vacheron Constantin en relojes de gran sonería y que se remonta a 1820, hace ya más de dos siglos.
Otro punto de atención se halla en el trabajo de esmalte de esta creación única. Además del reto de reproducir la obra de un gran maestro de la pintura, la dimensión de la superficie –solo 98 mm de diámetro– implicaba una dificultad añadida. Este trabajo refleja la tradición ginebrina de la pintura de esmalte en miniatura, reconocida desde finales del siglo XVI por su alta calidad. Los ‘esmaltes de Ginebra’, como son conocidos, son los esmaltes pintados y cubiertos con un fundente conocido como Fondant de Genève.
Esta técnica consiste en añadir a las capas de esmalte vitrificado una capa protectora final, transparente e incolora, que da brillo y profundidad a la obra del artista. En total, se han invertido siete meses de trabajo intermitente para dar vida a este retrato. Los trabajos de investigación y desarrollo, de forma especial en lo respectivo a los pigmentos y esmaltes, comenzaron en 2018 y se completaron en 2020. Un último detalle es el que tiene que ver con el grabado, donde se ha optado por un tema ornamental principal compuesto por hojas de acanto que recorren volutas y flores con un corazón de ‘perlas’ simplemente impactante… como todo en esta pieza única.