Vista panorámica de la isla de Eysturoy, con el pintoresco pueblecito de Gjögv junto al mar.

Belleza indómita: el encanto secreto de las Islas Feroe

Las Islas Feroe son un testimonio de la fuerza de la naturaleza. Vientos implacables, acantilados infinitos y paisajes primitivos definen un archipiélago que se mantiene intacto y desafiante.

Son pocos, seguramente, los que podrían situar en un mapa este archipiélago en medio del Atlántico –en un punto casi equidistante entre Reino Unido, Noruega e Islandia–. Un puñado de pequeñas islas volcánicas intactas, de naturaleza exuberante y paisajes de belleza dramática, con carreteras que discurren a través de profundos fiordos hacia pintorescos puertos pesqueros. El conjunto de las Feroe está formado por 18 islas de origen volcánico, de las cuales tan solo una de ellas se encuentra sin habitar. Su población ronda los 45.000 habitantes, frente a los más de 80.000 corderos que pastan en sus prados. De ahí su nombre original, Føroyar, cuyo significado traducido al idioma nativo feroés es Islas de Corderos.

Sus pueblecitos de cuento, con sus características casitas de madera, ofrecen una imagen de postal. Si hay un rasgo que define la arquitectura rural de las Feroe son los tejados a dos aguas cubiertos de hierba. Además de resguardar las viviendas del viento y la humedad, aportan color al paisaje según el momento del año: marrón en otoño, blanco en invierno y verde intenso en primavera y verano. Están en todas partes, como en el bonito pueblo de Gjógv, en la isla de Eysturoy.

Pocos lugares del planeta poseen una belleza tan salvaje e intacta como la de estas islas. Con oscuros acantilados, extensos prados de un verde intenso, cascadas de postal, lagos y aguas de azul profundo. El viento sopla fuerte en este territorio, por eso no hay árboles. Y la lluvia es abundante. Con cambios bruscos de temperatura, la mejor época para viajar son los meses de verano, aunque en invierno se pueden ver las evasivas auroras boreales.

Tórshavn, en la isla de Streymoy, es la capital más pequeña del mundo, con dos calles principales. En su puerto encontramos restaurantes con una extensa carta con el pescado como principal elemento. Algunos de ellos están ubicados en antiguas casas tradicionales a las que se accede a través de callejuelas.

Desde la capital, un túnel excavado bajo el mar conduce hacia la isla de Vágar, donde se encuentra el que es, sin duda, uno de los puntos de las Islas Feroe más fotografiados: la cascada de Gasaldur, a los pies del pintoresco pueblo que le da nombre. Tomando el ferry, que en apenas 20 minutos cruza el fiordo de Kalsoyarfjørður, llegamos a la isla de Kalsoy. En su punta norte se encuentra la diminuta aldea de Trøllanes y sus 20 habitantes. El nombre de este puerto de pescadores hace alusión a una antigua leyenda de trolls, por lo que es fácil encontrarlos en la puerta de las casas custodiándolas.

Desde Trøllanes parte un sendero que bordea la montaña y conduce hasta el faro de Kallur, probablemente uno de los más fotografiados del mundo. Si la niebla y los fuertes vientos lo permiten, lo que no ocurre siempre por estos lares, es posible continuar por un estrecho despeñadero hasta el final del cabo, el mejor punto para contemplar el impresionante acantilado que secciona la montaña por la mitad.

Tal vez fue precisamente por esos paisajes insondables en el corazón del Océano Atlántico por lo que la isla de Kalsoy fue la elegida para que el agente 007 encontrase la muerte en su última entrega, Sin tiempo para morir. De hecho, una lápida ficticia conmemora el lugar donde termina la leyenda de James Bond. Como cabía esperar, el lugar se ha convertido en un reclamo turístico propicio para tomarse un selfie.

Sin duda, otro de los atractivos para los aficionados a la fauna y la fotografía es la posibilidad de avistar frailecillos y pájaros bobo, y para ello no existe mejor lugar que el paraíso natural de Mykines, una isla perdida con un faro y tan solo 14 habitantes permanentes en su aldea principal. Para llegar, hay que emprender una excursión de un día tomando el ferry de la mañana que zarpa de Tórshavn y regresa al atardecer, tiempo suficiente para recorrer la isla y disfrutar de una estupenda jornada de naturaleza y paisaje y, con suerte, traernos unas hermosas imágenes de estos simpáticos pajarillos.

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