Álvaro Siza, el legado del maestro
La fiesta de los pájaros y las constelaciones (1974) es una de las estrellas de la exposición que prepara en Oporto la Fundación Serralves y que abre al público el sábado, día 2. Álvaro Siza, premio Pritzker 1992, recibió este verano el encargo de colgar 85 cuadros de Miró en la Casa Rosa de la […]
La fiesta de los pájaros y las constelaciones (1974) es una de las estrellas de la exposición que prepara en Oporto la Fundación Serralves y que abre al público el sábado, día 2. Álvaro Siza, premio Pritzker 1992, recibió este verano el encargo de colgar 85 cuadros de Miró en la Casa Rosa de la Fundación, la más excelsa muestra portuguesa de arte decó. El arquitecto pactó su colaboración con el comisario de la exposición, Robert Lubar, y la con la directora artística del museo Serralves, Suzanne Cotter.
En el viejo Oporto, que se despereza en una tranquila mañana teñida de gris, donde se ubica el estudio de su arquitecto de referencia, Álvaro Joaquim de Melo Siza Vieira (Matosinhos, 1933), recibe a GENTLEMAN. Siza es un símbolo del que hablan con devoción sus coetáneos, quizá agradeciéndole haber dejado su impronta en Oporto o reconstruido el barrio lisboeta del Chiado tras el devastador incendio de 1988; pero, sobre todo, por haber colocado a Portugal en los anales de la arquitectura.
¿Ha renunciado a algo en su trayectoria?
A mi pretensión de ser escultor. De hecho, me matriculé en la vieja Escola de Belas Artes do Porto, en la que se impartía pintura, arquitectura y escultura. La verdad es que para mi familia resultaba perturbador, porque lo consideraban una extravagancia; aun así, era mi intención y entré con la idea de cambiar sobre la marcha de forma pacífica... Pero llegué en un momento de renovación liderado por el arquitecto Carlos Ramos. El nuevo equipo, en el que figuraba mi maestro, Fernando Távora, compartía voluntad de cambio y ansia de modernidad. Afín a los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), que renovaron el papel de la arquitectura y la noción de hábitat, Távora fue el heraldo de lo que sucedía en Europa. Me interesó tanto que decidí ser arquitecto.
Siza responde con parsimonia, en un tono grave y profundo, que no hace sospechar su condición de fumador impenitente. En sus respuestas se amalgaman la circunspección, la serenidad y la flema.
Al iniciar un proyecto, ¿boceta previamente, o piensa en las soluciones?
Claro que hago no solo un esbozo preliminar, sino muchos... Me involucro en un proyecto con muchas alternativas que más tarde cribo a medida que profundizo en el conocimiento de los problemas reales. Es decir, que a partir de ciertos estímulos y con el apoyo de un equipo, ahondo gradualmente, desecho lo accesorio y tomo una decisión. Tomar conciencia de los problemas y acto seguido proyectar supone separar el análisis de la solución.
¿Cómo propicia el diálogo entre un proyecto y su entorno? ¿A través de materiales autóctonos?
Depende de la situación. Cuando construí el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), en Santiago de Compostela, lo revestí en granito porque la ciudad monumental está hecha así. No obstante, intenté hacerlo de modo distinto, porque a partir del siglo XIX Santiago estrenó un ensanche de edificios con revoco y cal, sin piedra vista. En una primera aproximación, incluso pensé en revestirlo con mármol blanco, pero la reacción fue tal que pensé que podrían interpretarlo como una provocación y opté por el granito. Los materiales locales ya no son tan determinantes: hay alternativas que se emplean por doquier. Además, más allá del aspecto económico, se tiende a evitar el uso excesivo de materiales que son parte del paisaje. En ocasiones, el material sí es importante. Aun así, más allá de la escala o del papel del proyecto, en mi caso suele prevalecer el ambiente.
Sus proyectos en China, Corea del Sur, España (además del CGAC gallego, el Rectorado de la Universidad de Alicante o el Paraninfo de la Universidad del País Vasco, entre otros), Holanda, Argentina o Brasil, dan fe de su organicismo, próximo a Frank Lloyd-Wright, Alvar Aalto o Jorn Utzon, que integra hábitat y ‘site’; de su comunión con el movimiento Neue Sachlichkeit, De Stijl o Le Corbusier, y su definición de la vivienda como máquina para vivir.
El peso relativo de la ingeniería o la tecnología es considerable en sus proyectos. ¿Es un sello de la casa?
Tal peso no es un sello de nadie, es una realidad generalizada; por otro lado, la tecnología solo se puede concebir integrada en la arquitectura... En la Edad Media o el Renacimiento, un arquitecto era también constructor, ingeniero...; sin embargo, concebir y materializar hoy un proyecto es una tarea interdisciplinar: la complejidad no solo es mayor, sino que hay un sinfín de nuevos materiales. Un arquitecto no puede saber de todo, pero sí tiene que saber trabajar en equipo con otros especialistas y coordinar sus contribuciones.
¿En qué ha insistido más como maestro de generaciones de arquitectos, tanto en Oporto como en Lausana, Bogotá, Harvard o Pensilvania? ¿En la transmisión de valores, de conocimientos? ¿En fomentar ciertas actitudes? ¿En la búsqueda de soluciones?
En estimular el aprendizaje de los ciclos de la historia de la Arquitectura y en el contraste con las tendencias actuales, lo que implica otros dos aprendizajes: el de ver ‘más allá de mirar’, tal y como hacen los fotógrafos; y el de análisis y síntesis. Y en esto influye el aprendizaje en las escuelas, el corpus de escritos y libros; y, sobre todo, el viaje: la forma de contacto con la realidad de los distintos países más impactante, con su historia y los testimonios de todas las edades. Y, por último, no violentando la idiosincrasia de cada cual, evitando contribuir a que recurra a modelos ajenos; y que, a la vista de los modelos históricos y sus referencias, encuentre su camino.
¿El futuro o la utopía se escriben en clave de arquitectura?
Sí. Como decía, la consideración de la historia y la vivencia del presente conducen al futuro. Pero el futuro existe como una involución que viene de lejos y sufre impactos de cosas nuevas en el presente. Y así, al empezar un proyecto y experimentar con muchas hipótesis del presente, aparecen muchas otras de futuro. Unas ideas tendrán continuidad y otras no serán efectivas de inmediato: serán, por tanto, posibles metas, parte del futuro, utopías...
¿Tienen arquitectos y urbanistas el papel que les corresponde a la hora de planificar barrios y urbes?
Los planes y planos los desarrollan equipos que incluyen arquitectos, pero también geógrafos, sociólogos, urbanistas especializados... En principio, sí tienen un papel determinante, si se exceptúan los casos en los que el desarrollo de la ciudad se hace de modo clandestino y la concentración resulta incontrolable, tal y como sucede en las favelas. Aun así, para mi sorpresa, en Colombia las comunas se extienden por el territorio con la misma malla del denominado plano filipino, el método de hacer ciudades en América, aplicando la experiencia de vida de los ciudadanos.
¿Los fenómenos de diversidad que estamos viviendo cambiarán las reglas de juego? ¿Considera que todas las culturas pueden aportar al saber arquitectónico?
Asistimos actualmente a la aparición en escena de prácticamente todas las culturas en detrimento de una idea absoluta de civilización frente a no civilización o ausencia de tal. Está claro que ya no es así, pero también está claro que todavía quedan residuos de imperialismo o xenofobia. Creo en la continuidad histórica y en la continuidad en el territorio, en lo que está vivo y disponible para el aprendizaje y la práctica de la arquitectura, y no es excluyente. Considero que la arquitectura es una continuidad histórica con momentos de ruptura más aparentes que absolutos, y que tales sobresaltos, y las ansias de novedad que conllevan, suelen durar poco.
¿Hasta qué punto la arquitectura ha condicionado la vida de Álvaro Siza? ¿Lamenta no haber hecho otras cosas?
No, no, no. No me arrepiento de haber elegido esta profesión. Su ejercicio es una de las cosas que me hace estar bien con la vida. Tal es su afán por la arquitectura, que la carrera de Álvaro Siza vive una segunda juventud que le permite afrontar ahora su primer proyecto en Estados Unidos: el 611 West 56th Street. Así bautizó al condominio residencial de 128 metros de altura, 35 plantas, 80 apartamentos y áticos de gran lujo, y equipamientos como piscina, spa, gimnasio..., que construirá en el barrio neoyorquino de Hell’s Kitchen, en Manhattan. Un hito en el que colaboran Michael Gabellini y Kimberly Sheppard.
El libro Siza x Siza, un proyecto editorial patrocinado por la Fundación Arquía, repasa la vida y carrera del arquitecto a través de seis obras. El libro incluye 175 fotografías de Juan Rodríguez (a quien pertenecen las que ilustran esta entrevista) y 124 dibujos del arquitecto.