Jack Lemmon, en la película de Billy Wilder El apartamento.

Jack Lemmon: el actor omnipotente que dejó huella en el cine

Jack Lemmon, uno de los actores más versátiles del cine clásico, brilló en comedias y dramas que redefinieron el séptimo arte. Protagonista de éxitos como 'Con faldas y a lo loco' y 'El apartamento', marcó una era con su carisma y maestría interpretativa.

En un fantástico libro de conversaciones llevado adelante por su colega de oficio Cameron Crowe, el realizador Billy Wilder se refirió a Jack Lemmon como “mi hombre de la calle”, “un actor muy bueno”, capaz de “hacer de todo, excepto llevar una relación amorosa hasta el final, hasta los besos y los escarceos previos al coito”, aunque precisaba que esto se debía a su afable personalidad. Tanto lo apreciaba Wilder a Jack –nacido ¡en un ascensor hospitalario! como John Uhler Lemmon III hace ahora un siglo– que se convirtió casi en su protagonista fetiche en siete películas, algunas de ellas ya clásicos, como Con faldas y a lo loco (1959), El apartamento (1960) o Irma la dulce (1963).

A los 30 años, y en uno de sus papeles iniciales en el cine, recibió el primero de los dos Oscar con que fue galardonado, como mejor actor de reparto por Escala en Hawaii (1955); más tarde, ya casi cincuentón, le llegó otro, aunque en este caso por su papel protagónico en Salvad al tigre (1973).

Por supuesto que no todo en una carrera actoral son los premios, pero Lemmon podría haber alardeado de ellos. Junto a Julianne Moore, Sean Penn y Juliette Binoche es uno de los cuatro actores que han logrado ganar un premio de interpretación en los tres principales festivales de cine: el de Venecia, el de Cannes y el de Berlín, con la salvedad de que él fue el primero en lograrlo. Y si con Billy Wilder generó una sólida relación en la pantalla plateada, no fue menor la que construyó con Walter Matthau: nada menos que en diez películas formaron tándem como cartel principal, una relación continuada también fuera de los sets de filmación.

Pudo haber quedado encasillado en el papel de tipo simpático; sin embargo, en los años 70, su carrera tomó un giro más dramático con películas como la que le dio su segundo Oscar o El prisionero de la Segunda Avenida (1975), El síndrome de China (1979) y Desaparecido (1982), donde exploró temas sociales y políticos. “No puedo ser gracioso a menos que sea parte del personaje. Realmente me molesta que alguien piense que soy un cómico. Si leo ‘el cómico Jack Lemmon’, me dan arcadas. Eso significa que no soy actor, que lo soy”, aseguró una vez. Nadie nunca lo discutió. 

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