Inteligencia Artificial, un nuevo mundo
El siglo XX fue construyendo un imaginario futurista sobre ciudades fantásticas de una complejidad imposible, vehículos movidos por fuentes de energía incomprensibles y viajes interestelares que abrían un nuevo horizonte a nuestra civilización. Ahora, la humanidad está a un paso de alcanzar aquellos sueños frustrados gracias a la Inteligencia Artificial (IA)… siempre que esa tecnología […]
El siglo XX fue construyendo un imaginario futurista sobre ciudades fantásticas de una complejidad imposible, vehículos movidos por fuentes de energía incomprensibles y viajes interestelares que abrían un nuevo horizonte a nuestra civilización. Ahora, la humanidad está a un paso de alcanzar aquellos sueños frustrados gracias a la Inteligencia Artificial (IA)… siempre que esa tecnología no acabe antes con la humanidad.
Qué es la IA
La IA trata de crear y desarrollar sistemas y máquinas capaces de realizar tareas que requieren de inteligencia humana, sustituyéndola. Emula las capacidades cognitivas, como el razonamiento, el aprendizaje, la percepción visual y auditiva y la resolución de problemas. La clave está en que, debido al proceso de autoaprendizaje, su potencial de desarrollo puede multiplicarse de forma exponencial como no es capaz de hacerlo la mente humana; solucionar problemas que no ha sido capaz de resolver el hombre; tomar decisiones que la moral, los sentimientos o los ideales limitarían a una persona.
Los sistemas de inteligencia artificial pueden ser clasificados en dos categorías principales: IA débil (o estrecha) e IA fuerte (o general). La IA débil se refiere a sistemas diseñados para realizar tareas específicas, como el reconocimiento de voz, la generación de imágenes, el procesamiento automático de textos o recomendaciones de productos en línea, por ejemplo. Este tipo de aplicaciones son las que actualmente se están popularizando –la más famosa ha sido ChatGPT– debido al súbito acceso que se ha dado este mismo año para el público general.
Otra de las herramientas que más han interesado dentro de la IA accesible es Midjourney, que traduce textos a imágenes. Basta con describir el tipo de ciudad con la que soñamos para que se genere una reproducción visual. Según la ciencia ficción, en el futuro las ciudades serían lúgubres laberintos, interminables colmenas distópicas. Pensemos en la urbe de Los Ángeles por la que Harrison Ford luchaba por encontrarse a sí mismo en el mítico film Blade Runner.
También podemos dibujar entornos más amables y utópicos. De ahí a construirlos, gracias al desarrollo de algoritmos matemáticos que permitan parametrar y diseñar sus estructuras complejas, solo habría un paso. El desarrollo de nuevos materiales sintéticos ahora inimaginables, pero modulables y resistentes, a los que se llegaría gracias a una IA fuerte estarán a disposición de la arquitectura y el urbanismo. Para ello hay que esperar que esa tecnología se afiance.
La IA fuerte tiene como objetivo construir máquinas con una inteligencia general comparable a la humana, capaces de entender, aprender y resolver cualquier tipo de problema. Aunque aún no hemos alcanzado completamente ese nivel de IA, las señales de alarma han saltado entre los científicos responsables de esta tecnología. Debido a la rapidez con la que se desarrolla, en estos momentos se desconoce incluso la forma en que la IA está aprendiendo, y se exige una moratoria en su desarrollo. El peligro de una tecnología autónoma con capacidad de decisión, en una sociedad cada vez más dependiente de la tecnología, es evidente.
Hasta que llegue el día más o menos cercano en el que los cálculos sean tan imaginativos, la arquitectura puede beneficiarse, al igual que otros profesiones, de la eficiencia que permiten los modelos predictivos. Pueden ser aplicables a la logística y reducir costes y esfuerzo productivo. A sectores como la construcción, pero también al de la información, que busca maximizar el potencial de las redes de comunicación. La posibilidad de colocar mensajes que condicionen la percepción de la realidad de forma precisa, a medida de cada individuo y a partir del conocimiento que los algoritmos tienen de nuestros gustos o inquietudes, es uno de los principales problemas a los que se enfrenta el hombre contemporáneo.
Ilustración: Del Hambre.Posverdad
En una sociedad híper comunicada en la que todo el mundo posee un terminal multimedia al que, además, atendemos cada vez más tiempo, la manipulación social es tan real que ya está sucediendo. Muchos alertan de que el verdadero control totalitario no vendrá de una u otra ideología política, sino de GAMMA. Un acrónimo que suena a malvada entidad contra la que luchara un James Bond de última generación, pero que responde a las iniciales de empresas tecnológicas: Google, Amazon, Meta, Microsoft y Apple. Solo habría que añadir la X de xIA, la compañía que acaba de lanzar Elon Musk, a este grupo con capacidad de control cognitivo y conductual masivo.
La IA fomenta la posverdad. La confusión entre lo que es realidad y lo que no es. La manipulación de imágenes estáticas o en movimiento ha pasado de ser una anécdota curiosa a convertirse en el elemento crucial con potencial desestabilizador en el ámbito político y económico. El primer gran temor que esta tecnología ha despertado apunta hacia la posibilidad del engaño. Una disrupción que comienza a ser difícil de esclarecer. Ante la duda, ¿preguntaremos a la IA para que nos aclare a quién o qué debemos creer? ¿Seremos capaces de poner coto a la autonomía de los robots con IA para evitar que tomen decisiones al margen de los intereses de quienes la programan?
La economIA
La IA fuerte generará sistemas capaces de entender y adaptarse a partir de datos y experiencias, al igual que los humanos. Esto implicaría algoritmos de aprendizaje automático más avanzados que puedan extraer patrones y conocimientos complejos de grandes conjuntos de datos. En cuanto a la lógica, la IA debería ser capaz de razonar y aplicarla en su procesamiento. Esto implicaría la capacidad de comprender conceptos abstractos, establecer relaciones causales y realizar conclusiones lógicas. Es decir, sustituir al humano en el ámbito productivo.
Las consecuencias potenciales en el mercado del trabajo ya están siendo evaluadas. Según la consultora PWC, el impacto de la IA en la economía generará 15,7 billones de PIB a nivel mundial en 2030. Pero el científico experto en IA Ben Goertzel alerta de que el 80% de los empleos desaparecerán o verán reducidas sus tareas. Muchos comienzan a exigir que las máquinas paguen impuestos para afrontar la sustitución laboral. Mientras, el ser humano podría dedicarse a otros quehaceres, al ocio, a la buena vida. Al menos, este es el ángulo más positivo de entre todos los que esta tecnología abre para el futuro.
Temores y esperanzas
La ambivalencia de la IA es evidente. Puede generar el caos y también solucionar problemas. Como la aceleración del cambio climático. Si bien este se ha dado desde que la tierra se formó, la preocupación por los efectos que pueda tener en el bienestar planetario están centrando el debate internacional. La transición hacia una energía renovable será tecnológica o no será. No hace falta esperar a que se diseñen nuevas formas de captación y acumulación energética que dejen los molinos de viento o las placas solares, y las actualmente tóxicas y limitadas baterías, como herramientas anacrónicas.
Los modelos de análisis de datos que facilita la IA permiten maximizar el rendimiento de las redes eléctricas, haciendo de ellas redes inteligentes, permitiendo así su optimización. Otra cosa es que, por el momento, la exigencia eléctrica de la computación que genera la IA produce niveles de polución altísimos. Al igual que los medios de transporte van transicionando hacia la emisión cero, también los hogares o la industria buscan un mayor rendimiento. La IA de Deepmind (Google) fue capaz de reducir en un 15% su consumo energético haciendo más eficiente la refrigeración de uno de sus centros de almacenamiento. El avance es lento, pero seguro.
La IA da miedo porque genera incertidumbre. También alimenta grandes esperanzas. Nos adentramos en una nueva era humana que ni siquiera los expertos saben cómo evolucionará, si hacia la utopía o la distopía. En cualquier caso, todo indica que habrá respuesta más pronto que tarde.