Un viaje al corazón de Dior
Decía el poeta Jean Cocteau que el apellido Dior era una mágica combinación entre los términos franceses dieu (dios) y or (oro). Una acertada analogía para definir al hombre que devolvió a Francia la alta costura y revolucionó, de la noche a la mañana, la industria de la moda en tiempos de posguerra. Sucedió el […]
Decía el poeta Jean Cocteau que el apellido Dior era una mágica combinación entre los términos franceses dieu (dios) y or (oro). Una acertada analogía para definir al hombre que devolvió a Francia la alta costura y revolucionó, de la noche a la mañana, la industria de la moda en tiempos de posguerra. Sucedió el 12 de febrero de 1947, en el número 30 de la parisina avenida Montaigne, tras presentar Christian Dior su primera colección –bautizada como Corolle, aunque conocida mundialmente como New Look– en una sala atestada de clientes y prensa especializada sin pista alguna de que en las próximas 24 horas la alta costura francesa entraría en su época dorada.
Un año antes, el modisto pedía a Marcel Boussac –empresario textil que financiaba su actividad–, esta exclusiva ubicación como sede de su primera boutique. La razón principal, el gran número de personas que la transitaban, muchas de ellas, huéspedes del Hôtel Plaza Athénée –situado a escasos minutos a pie–, donde dormían estrellas como Humphrey Bogart o Marlene Dietrich, así como visitantes procedentes de Estados Unidos que pisaban por primera vez la capital francesa tras la II Guerra Mundial.
El New Look llegaría a todo el mundo antes que a Francia: sus siluetas redondeadas y faldas voluminosas resultaban, para muchos, inmorales en una época en la que el país galo se congelaba por la falta de carbón. Los medios estadounidenses fueron los primeros en divulgar el nuevo estilo Dior como símbolo de paz y prosperidad, dando pie a una fructífera relación entre el modisto y los Estados Unidos, país al que acabaría volando dos veces al año para presentar sus colecciones expresamente diseñadas para el mercado americano. La maison fue, además, la primera en acercar la alta costura a las grandes actrices de Hollywood tras la guerra –Rita Hayworth encargaría un vestido el mismo día del debut del New Look para el estreno de Hilda–, reconciliando la industria del lujo textil con una profesión a veces calificada de gastar ‘mala vida’.
Perpetuar la herencia
Que la historia Dior continúe 75 años más tarde es posible, entre otras cosas, gracias a que su legado es celosamente conservado en Dior Héritage, el espacio que alberga los archivos de la casa, concebido para inspirar el trabajo de sus actuales y futuros directores creativos y nutrir las distintas exposiciones del diseñador alrededor del mundo. “La importancia de Dior en la moda del siglo XX reside en que consigue acabar con el sentimiento de posguerra. Quería que sus prendas fueran un reflejo del cuerpo de la mujer; por ello dota a los vestidos de gran volumen y amplitud, para dejar atrás la austeridad de los años 30 y 40”, explica Soizic Pfaff, directora de Dior Héritage desde 1996. En el archivo conviven desde bocetos guardados con el tejido original del diseño, hasta piezas de alta costura clasificadas por temporada y ocasión, además de documentos, joyas, zapatos, perfumes –entre ellos, Diorissimo, el único frasco diseñado por el propio Dior en 1956– y accesorios, como una corbata propiedad del modisto, cuyo estampado fue utilizado en la colección Pre-Fall 2019 de Dior Men.
Las colecciones de la casa son resultado del trabajo conjunto entre los conservadores de Dior Héritage y el director creativo al mando –además de los artesanos de los ateliers–. El británico Kim Jones, a cargo de Dior Men, ha adaptado los códigos históricos de la maison a un estilo marcado por el romanticismo y la pureza de líneas. “Para la colección otoño/invierno 2022, Jones se ha inspirado en motivos recurrentes en la historia Dior, como la flor Lily of the Valley, el cannage –trenzado de estilo rústico– y la chaqueta Bar, la prenda por la que su primera colección recorrió el mundo”, afirma Pfaff.
A pocas manzanas, situado a pie de calle en la Rue Maragnan, se encuentra el atelier de Dior Men, donde se gesta lo más próximo que la moda masculina se encuentra, de momento, de la alta costura. Nos recibe en él Myriem Peyret, su jefa de taller, concentrada en los alfileres que sitúa sobre un busto de costura vestido con la chaqueta Bar, por primera vez confeccionada en su versión masculina para la colección Crucero 2023, en un homenaje a los clásicos de la alta costura de Dior. El resto del equipo lo forman diez artesanos –o petite mains– dedicados a integrar el savoir-faire con los códigos de la contracultura repensados por Mr. Jones.
Conjugar presente y pasado
Coincidiendo con el 75 aniversario de la primera colección Dior, la emblemática boutique reabrió sus puertas el pasado marzo tras una extraordinaria renovación a cargo del arquitecto Peter Marino. Todas las colecciones de la maison conviven en este edificio de estilo neoclásico –construido en la década de 1860 para uno de los hijos de Napoleón– junto a exquisitas referencias artísticas, como esculturas, libros –muchos de ellos escritos por el modisto– y obras de arte realizadas por reconocidos artistas contemporáneos como Guy Limone o Jennifer Steinkamp. Una imponente escalera de caracol atraviesa los tres pisos del edificio, presidida por una rosa a gran escala diseñada por la artista alemana Isa Genzken. En esta tercera renovación de la tienda, el arquitecto estadounidense crea un diálogo entre el visitante y el propio couturier, combinando los códigos de una gran casa de alta costura con los de la era digital.
En la nueva boutique, de 2000 metros cuadrados, coexiste una exquisita mezcla de materiales como la piedra, el acero o el parquet de Versalles, y la luz baña todas sus estancias, acentuando la amplitud y el equilibrio entre los distintos matices de blanco. Los ambientes donde se exhiben las colecciones de Dior Men albergan la esencia de una galería de arte, vinculada a sus inicios como marchante –lo fue de Dalí y trabajó con nombres como Picasso, Ernst o Braque–. La obsesión del modisto por las flores –nacida durante su infancia, en su casa familiar de Granville, al oeste de Normandía– inspira la creación de dos nuevos jardines –tres, en total–, diseñados por el paisajista belga Peter Wirtz. Además, la cuarta planta acoge una suite de 200 metros cuadrados, pensada para que los huéspedes puedan acceder a la boutique las 24 horas del día.