
Familia Gancedo: la fibra sensible del diseño español
La empresa familiar celebra 80 años cubriendo de belleza palacios, hoteles de lujo y residencia privadas de todo el mundo. Y manteniendo viva la tradición de la tapicería como lugar de privilegio para el diseño.
Los cinco herederos de Gancedo –ellas son tres y ellos, dos– se mueven como en casa en el inmenso showroom de la calle Velázquez 38, en el centro de Madrid. Podría parecer lógico, ya que nacieron en una de las empresas dedicadas al diseño más importantes de nuestro país, pero su forma de estar en ella denota una implicación que va más allá de compartir apellido con el fundador de la casa, su abuelo. No están aquí solo para hacerse una foto que celebre los 80 años de la empresa que gestionan, sino para mantener el nombre Gancedo en la élite del interiorismo.
Originarios de León, pero asentados desde hace décadas en Madrid, los Gancedo apenas recuerdan personalmente al patriarca fundador, José, fallecido cuando eran aún niños. Tampoco tuvieron mucho tiempo de disfrutar de su padre, Pepe, que murió a los 65 años. Fue una pérdida fulminante que los obligó a asumir responsabilidades antes de lo previsto. “Yo tenía 27 años y mi hermano José, 17”, recuerda Beatriz, la mayor de esta tercera generación. “Fue duro, pero nunca nos planteamos no seguir con la empresa. Era nuestra. A medida que íbamos alcanzando la madurez, nos incorporábamos a ella”.
Lo que distingue a Gancedo no es solo este carácter familiar o su exclusiva cartera de clientes, desde hoteles de lujo en Venecia hasta el Palacio de la Moncloa o la reproducción de tejidos históricos para Patrimonio Nacional. El catálogo de productos que proponen es un valiosísimo reflejo de su profunda cultura visual. En los años 70 crearon TG, una visionaria revista de interiorismo que incluía desde exposiciones de arte contemporáneo hasta tendencias de diseño. Y esa pulsión por conectar el textil –y el papel pintado– con lo artístico ha seguido viva. Si entonces colaboraron con nombres como Aurelia Muñoz y los pintores Gustavo Torner o Modest Cuixart, hoy lo hacen con el artista Álvaro Picardo.
Gancedo crea, produce y representa las marcas internacionales más exclusivas, con una línea clara que vertebra su trabajo: el diseño como herramienta central, que llevan a cabo en su taller de Valencia, donde también se ubica su fábrica. Una creación que es estética y tecnológica. La dirección creativa está en manos de Emmeline, que ha desarrollado colecciones junto a figuras como Eli Gutiérrez, quien a su vez ha contado habitualmente con nombres como Patricia Urquiola, aportando una mirada actual que implica riesgos. “Cuando un diseñador te pide una rosa imposible o un azul celeste inédito, o tejer con una urdimbre que nunca has usado, creces”, afirma.
La investigación y el desarrollo de nuevas telas y papeles pintados es uno de sus fuertes, como demuestra la línea Nuance, que permite crear superficies funcionales de gran sofisticación que fluyen entre el interior y el exterior, ya que son resistentes a los elementos y a los agentes biológicos.
Como a tantos, a Gancedo la crisis de 2008 les golpeó fuerte. Pero mientras otras firmas reducían músculo, Gancedo hizo la maleta: “Salimos a explorar el Caribe y abrimos la filial en México, hace ya 14 años”, explica Manuel. Ese movimiento resultó visionario, ahora que los clientes adinerados llegan a Madrid desde el continente americano. El eslogan de la empresa es La fibra sensible, una declaración de principios. Gancedo es una marca histórica –la cuarta generación ya asoma– que ha sabido mantener la identidad propia sin miedo a evolucionar. Una familia que ha tejido una red de complicidades con clientes de todo el mundo sobre la que se levanta un pequeño imperio del buen gusto.