Cómo ha evolucionado el gentleman a lo largo de los siglos
Del mono al hombre en el transcurso de unos millones de años. Y del hombre al gentleman en un puñado de siglos. Evolución biológica y evolución sociocultural. En síntesis: un largo ascenso hacia la civilización. Tal vez los darwinianos puros y duros tuvieran algo que objetar. Pero es una perspectiva aceptable para gente con sentido […]
Del mono al hombre en el transcurso de unos millones de años. Y del hombre al gentleman en un puñado de siglos. Evolución biológica y evolución sociocultural. En síntesis: un largo ascenso hacia la civilización. Tal vez los darwinianos puros y duros tuvieran algo que objetar. Pero es una perspectiva aceptable para gente con sentido común. Con el consabido problema de datación. Si el homo sapiens, según los antropólogos, se trasladó desde la sabana hace entre 130 y 200 mil años, ¿a cuándo se remonta el bípedo gentleman según los estudiosos del traje y su significado?
Sin duda, ya se habla de gentlemen en la Edad Media y en el Renacimiento. Y la etimología lo deja claro: el término deriva de gente (gens, en latín), o sea raza, estirpe, tribu, familia. Aristócratas, en definitiva, para los cuales lo que cuenta es el árbol genealógico y la sangre azul. Sangre necesaria, pero no siempre suficiente. Porque ya a finales del siglo XVII el monarca inglés Jacobo II, a una madre que le imploraba que nombrara gentleman a su hijo burgués, le respondió: “A lo sumo puedo convertirle en un lord, señora, pero sólo el Padre eterno podrá hacer de él un gentleman…”.
De ahí que la idea de gentleman, en la acepción occidental moderna, pueda remontarse a la Inglaterra del siglo XVIII, cuando, lenta pero inexorablemente, se afianza la convicción de que, además de los aristócratas, también hay personas pobres en heráldica pero ricas en capacidad, educación, posición social u otros valores universalmente reconocidos, que pueden llegar a llamarse y ser llamadas gentleman.
Publicadas en 1774, las 'Cartas a su hijo' escritas por Lord Chesterfield (rebautizadas como 'Educación de un gentleman') son un ejercicio de estilo que fue inmediatamente adoptado por la alta burguesía británica y extendido a todo el continente europeo, desde los altos funcionarios de la corte hasta los grandes comerciantes y banqueros, de los terratenientes a los empresarios de los albores de la revolución industrial. Mucho más que un manual de protocolo, las 'Cartas' enseñan a conjugar ética y buen gusto, intrepidez y cultura de los buenos modales, además de un controlado hedonismo que en la época georgiana tardía (la de Byron y Brummel) estaría un poco menos controlado pero sería mucho más fascinante…
Luego llega el siglo XIX victoriano, austero como los trajes rigurosamente oscuros que se llevan de la mañana a la noche. El nuevo manual de referencia, 'The Gentleman', escrito por George Henry Calvert y publicado en 1863, llega a censurar la moda como “hija de la vanidad y usurpadora de lo efímero por encima de lo duradero”. Si bien da a entender entre líneas (¿hipocresía victoriana?) que la que le molesta es solo la ultimísima moda, enfática, excesiva, llamativa, mientras que un verdadero gentleman debe estar siempre impecable. Lo cual no impedirá a Oscar Wilde, años más tarde, teorizar y encarnar la figura del dandi, el gentleman que crea sus reglas en vez de seguir las ajenas, en busca de la síntesis entre refinamiento y originalidad, con el perenne (pero excitante) riesgo de exagerar y llegar a caer en lo ridículo.
En el fondo, entre el segundo y el tercer milenio, el gentleman contemporáneo es la síntesis de la larga dialéctica entre abrirse paso en la vida (respetando ética y etiqueta) y disfrutar de ella (sabiendo escoger lo mejor de la misma). Una especie de mosaico compuesto por muchas teselas, tanto más inteligible cuanto más numerosas: placeres y deberes, energía y elegancia, firmeza y generosidad, razón y pasión; y todo aquello que despierta la admiración (y la envidia) ajena. Incluido el dinero, que no se ha de ocultar ni tampoco ostentar, sobre todo si se gana con el propio talento, y se ha de custodiar con gallardía si se ha heredado. Como reza el antiguo proverbio romano: el dinero es tu esclavo si sabes emplearlo; tu amo, si no sabes.