El nuevo Antonio Banderas, un diseñador en Hollywood

El nuevo Antonio Banderas, un diseñador en Hollywood

Antonio Banderas es una estrella de Hollywood. Con todo lo que ello implica. Utiliza jet privado; una cohorte de representantes, responsables de comunicación y todo tipo de asesores le acompaña; y cuando concede entrevistas las jalona entre los medios elegidos de acuerdo a una minutada agenda de estricto cumplimiento. Algo, sin embargo, le hace diferente […]

Antonio Banderas es una estrella de Hollywood. Con todo lo que ello implica. Utiliza jet privado; una cohorte de representantes, responsables de comunicación y todo tipo de asesores le acompaña; y cuando concede entrevistas las jalona entre los medios elegidos de acuerdo a una minutada agenda de estricto cumplimiento. Algo, sin embargo, le hace diferente de otras celebrities, o al menos de la imagen que nos llega de algunas de ellas. Quizá sea su acento andaluz, que agudiza su ceceo a medida que avanza su discurso; quizá su efusividad en la exposición, que le lleva a enfatizar sus palabras con gestos y continuos cambios de postura, hasta coger del brazo a su interlocutor, como si de una confidencia se tratara. O quizás todo se explique por un cierto orgullo patrio que te induce a pensar que al fin y al cabo es uno de los nuestros. Uno llega a tener la tentación de imaginar que, si alguna vez vuelve a encontrarse con él, quizás de forma fortuita en un paseo por su Málaga natal (1960), podríais acabar tomando una caña juntos. Obviamente, eso nunca va a ocurrir, pero da igual: el mero hecho de hacer que esa invención parezca posible es de una generosidad impagable. El encuentro entre Banderas y GENTLEMAN se produce en Londres, con motivo de la presentación de la línea de ropa que el actor ha diseñado para Selected. No se trata de una mera operación de marketing de la firma danesa. Banderas no está aquí para poner su cara, cobrar y largarse. Nada que ver con eso. El actor ha inaugurado con Selected (perteneciente al grupo Bestseller) una nueva etapa de diseñador que le ha llevado incluso a matricularse en la escuela británica de Saint Martins, una de las más famosas del mundo. Aun así, como se encarga él mismo de dejar claro, no se trata de una línea 100% suya –que algún día llegará, dice–, sino del resultado de una colaboración con los diseñadores de la firma en la que el principiante ha aportado detalles, ideas y, además, mucho entusiasmo. Es así como este hombre hace siempre las cosas. “Lo que no queríamos es lanzar una cosa con mi nombre y tratar de exprimirla pronto  –explica–. Para mí era un imperativo. Sí, por un lado, utilización de nombre e imagen; promoción, a tope, llegar a un país y tirarte cinco días sin parar, galas, entrevistas, televisiones (se golpea con el puño cerrado la otra mano en cada elemento de la enumeración), convencer a la gente, que sepan que te estás pringando en lo que estás haciendo. Y también adquisición de conocimiento real. Y para eso había que buscar la mejor escuela del mundo”. Dice que la colección está pensada para él, inspirada a raíz de la pregunta “¿quién soy yo”. “No hemos pretendido hacer grandes ruidos ni salir con cosas despampanantes. Vamos a ser cautos. Pongamos encima de la mesa cosas que nos han gustado, que hemos usado, que representan algo para nosotros, e introduzcamos un differential factor, un elemento distinto”. Por ejemplo, en los polos, que a Banderas siempre le han gustado, pero a los que ha decidido quitar los cuellos para evitar las irregularidades que presentan con el uso; o en las cazadoras de cuero, tan propias de un motero confeso como él, y a las que ha aportado la hechura o los ajustes que no encontraba en otras. Y nada especialmente caro –las cazadoras rondan los 200 euros–. “Hubiera sido el gran error de mi vida tratar de meterme en las zonas de prestigio; primero, porque eso te lo tienes que ganar con los años, y además porque me hubieran machacado”. Da la sensación de que esta incursión en la moda tiene algo que ver con esa “segunda parte del partido” de su vida que dio por inaugurada en el emotivo discurso con el que recogió, en febrero de 2015, el Goya de Honor.  Pero su prioridad, aclara, es dirigir: “Y ya no lo quiero hacer basándome en novelas, como en las dos ocasiones anteriores que he dirigido. Ahora estoy escribiendo todo lo que puedo porque quiero dirigir cosas mías, ideas, formas de ver el tiempo que me ha tocado vivir y mis reflexiones sobre ello”. Ya tiene avanzando un guión: “La historia de un niño que viaja desde Marruecos en una patera que vuelca y que logra llegar a tierra y meterse en la casa que una mujer americana tiene en Marbella como segunda vivienda. Es una historia de amor, básicamente, entre dos personas absolutamente opuestas, pero que se necesitan. Y hay otras cosas que me interesan, mucho más inconcretas: por ejemplo, lo que pensamos realmente contra lo que decimos y somos. Tengo que encontrar una historia para hincarle el diente”. ¿Hay también, en ese nuevo tiempo, una búsqueda de la autenticidad que Hollywood parece robar a las estrellas? “Hollywood ha sido apasionante. Yo tenía un cierto hándicap, por mi acento y por mi etnia clarísima. Entonces, a todo el mundo le daban cinco cartas y a mí me daban tres, y he tratado de jugar con eso. Y he conseguido algo que para mí era muy importante: mantenerme en una zona templada, donde me siguen llamando constantemente, y me reciben los estudios, y estoy en los sitios, me invitan. Sigo estando en ese Hollywood durante ya casi 26 años. Eso no ha sido aburrido, todo lo contrario, ha sido un trabajo estratégico a veces, de aquí hago esto, no hago lo otro, aparece El gato con botas por aquí y a ver si lo encajo con esto otro…”. Cuando esta cita se produce, aún colea, casi como fenómeno viral, su reciente intervención en un programa de televisión en el que elogia el espíritu emprendedor americano. “Creo que se ha creado una dependencia falsa sobre la política y los políticos y nos están robando la individualidad –explica ahora–. Cuidado, yo apoyo a los sindicatos, lo que han hecho por los trabajadores, los grupos sociales que se mueven en muchos sentidos… Pero no podemos perder la individualidad, porque el Estado no es papá”. ¿No es demasiada carga sobre el individuo? “Pero es que son 25 años en los Estados Unidos, donde tú ves que la gente se parte el culo por sacar las cosas adelante. Y a veces, regreso a España y veo ‘la culpa la tienen siempre estos de arriba’. Y es porque ellos nos han prometido que nos van a arreglar la vida, que si no los votamos no somos felices. Y eso es mentira. Sin olvidarme de que la política es importante, pero tiene una endogamia que termina como en un agujero negro en el que nos metemos todos al final y te caes ahí”. ¿Qué es el éxito para usted? “El no haber dejado atrás nada, tratar de conseguir algo que tú quieres, que sueñas, un deseo. El éxito no es conseguirlo, es decir ‘lo he intentado, no me he quedado en mi casa echándole la culpa a otro o escribiendo lo malos que son todos desde la computadora”.

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