Marimekko: el diseño finlandés se vuelve alegre y colorista

Marimekko: el diseño finlandés se vuelve alegre y colorista

‘Un vestido para Mari’: esa es la traducción de Marimekko al español. Un nombre sencillo, asequible, al alcance de cualquiera y con el que todo el mundo se puede sentir identificado, por su sencillez y por su cercanía. Apenas una palabra que encierra la esencia, el fundamento y el mensaje que siempre quiso transmitir Armi […]

'Un vestido para Mari': esa es la traducción de Marimekko al español. Un nombre sencillo, asequible, al alcance de cualquiera y con el que todo el mundo se puede sentir identificado, por su sencillez y por su cercanía. Apenas una palabra que encierra la esencia, el fundamento y el mensaje que siempre quiso transmitir Armi Ratia, la mujer de personalidad arrolladora que fundó la empresa en el año 1951, después de que un buen día decidiese abandonar su carrera de escritora para volcar su talento en el universo del diseño. La decisión, por inverosímil que pudiera resultar en el momento, fue de los más acertada. Ratia supuso toda una sorpresa que aún hoy perdura. Su intención no era otra que cambiar la vida de sus compatriotas, por entonces sumida en la neblina gris y pesimista de la posguerra, o al menos animarla en la medida de sus posibilidades. Así que dijo adiós a los colores mortecinos y lo transformó en un hola a la vida cargada de esos estampados coloristas que dejamos de lado al hacernos adultos; un objetivo ambicioso que, sin embargo, consiguió rápidamente haciendo que Marimekko se convirtiese en una manera de ver las cosas y en un estilo de vida más que en una mera marca. Y la verdad es que esta máxima, utilizada por muchas otras empresas, nunca ha sido tan cierta como en este caso. Para poner en marcha la empresa, Ratia se rodeó de un equipo de mujeres creativas contagiadas de su ilusión y convencidas, como lo estaba ella, de que las cosas salen mejor si se hacen bien y si se pone en ellas el máximo empeño. De su espíritu emprendedor y de la creatividad de diseñadoras como las ya míticas Maija Isola o Annika Rimala, sin las cuales Marimekko jamás hubiese llegado a ser lo que es, salieron los primeros diseños, marcados por un atrevimiento pocas veces visto en el país. La marca es un compendio de formas geométricas de la Bauhaus, coloreadas con los tonos brillantes del Pop Art Así transcurrió una primera época, hasta que la marca alcanzó una personalidad muy bien definida, que la ha hecho inconfundible: una destilación de las formas geométricas utilizadas por el movimiento Bauhaus, y coloreadas después con los tonos vivos y brillantes del Pop Art, lo que da lugar a una sinfonía de estampados de cierto aire psicodélico. Estampados que, aunque puede resultar chocante, también se realizan en Finlandia, fundamentalmente en tejidos de algodón y de lino, dos materiales naturales, agradables, cómodos y duraderos, que hablan también de la filosofía de la marca. Después, se han realizado las adaptaciones para crear otros productos, como cortinas, manteles, sábanas, toallas, pijamas, bolsos y, desde hace unos años, también tazas, monederos, velas, botas de agua, paraguas y un largo etcétera de objetos de uso cotidiano. A LA CONQUISTA DEL MUNDO Poco a poco, aquellas primeras prendas, funcionales, atrevidas y con todos los papeles en regla para gustar y llevarse el gato al agua, fueron haciéndose un hueco en la vida de los finlandeses, porque fuera de Finlandia, durante la primera década de su existencia, Marimekko fue una gran desconocida. Hasta que por fin también en el extranjero empezó a atraer el descaro de sus motivos: tanto, que un buen día llegó hasta su sede la mismísima Jacqueline Kennedy y compró siete vestidos y unas cuantas camisetas que vistió durante sus vacaciones en Cape Code. Eso sucedió en el verano de 1960. Sus fotos fueron portada de Vanity Fair y se publicaron en más de cuatrocientas revistas y periódicos, llevando a Marimekko a entrar por la puerta grande en el mundo de la moda y del diseño internacionales, cuando ya se había convertido en un icono nacional en Finlandia, lo que la situó, junto con Nokia, Papá Noel y Alvar Aalto, en el podio de los símbolos de su país. Los diseños de Marimekko se realizan en algodón y lino, materiales naturales que hablan de la filosofía de la marca Pero no todos han sido días de vino y rosas. Cuando en 1979 falleció Armi Ratia, Marimekko y su mundo de color se tambaleó al entrar a formar parte de la multinacional AMER. Siguie­ron unos años de zozobra en los que la compañía estuvo a punto de desaparecer. Había perdido pujanza, pero sobre todo la identidad que le había hecho diferente. Afortunadamente, todo cambió cuando Kirsti Paakanen, la actual propietaria, se propuso relanzarla. Había conocido a la fundadora en el año 1978, cuando todavía era publicista. Su profunda vinculación con la marca, no sólo llevó a Paakanen en 1991 a luchar por evitar la quiebra, sino a reeditar y actualizar los diseños más clásicos y a promover otros nuevos que casan a la perfección con la filosofía de Marimekko y que, de hecho, han conseguido revitalizar también sus cifras, multiplicar las exportaciones y aumentar los beneficios en un 200 por ciento desde su llegada.

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