El imperio Firestone: así se creó la mayor fábrica de neumáticos
“La demostración de que se es un hombre de negocios no pasa por hacer dinero en uno o dos años de auge, sino en ser capaz de superar a los competidores de una manera honesta, manteniendo el respeto por uno mismo y por su comunidad”. No cabe duda de que, según su propia definición, Harvey […]
“La demostración de que se es un hombre de negocios no pasa por hacer dinero en uno o dos años de auge, sino en ser capaz de superar a los competidores de una manera honesta, manteniendo el respeto por uno mismo y por su comunidad”.
No cabe duda de que, según su propia definición, Harvey Firestone fue un hombre de negocios: 150 años después de su nacimiento en Ohio, en la localidad de Columbiana (EE UU), la empresa de neumáticos que fundó es un imperio con ramificaciones en todo el mundo –solo sus tres plantas en España dan trabajo a más de 2.700 empleados– y, sobre todo, una marca con entidad propia y suficiente como para instalarse en el imaginario colectivo con mucha más presencia de la que de su especialización cabría esperar. Dicho de otra forma: ¿hay alguien que no sepa lo que es Firestone, incluso aunque no haya conducido un vehículo en toda su vida?
La figura de Harvey Samuel Firestone merece como pocas toda esa serie de adjetivos que suelen acompañar –no siempre tan justamente– al hombre de negocios: entre otros, los de emprendedor, visionario, innovador, carismático y, en su caso, también filántropo. Incluso sus inicios reúnen algunos de los componentes del ‘sueño americano’.
Nacido el 20 de diciembre de 1868 en una pequeña granja familiar, tras graduarse en la escuela secundaria comenzó a trabajar en una fábrica de carruajes propiedad de su tío y, cuando el negocio quebró, pasó a una empresa de neumáticos en Chicago. El paso definitivo para poner los cimientos de lo que hoy es Firestone lo dio poco después, en 1900, cuando con solo 22 años fundó The Firestone Tire & Rubber Co, dedicada a proporcionar neumáticos de alta calidad a sus clientes, en ese momento carruajes, pero a los que ya, en el primer año de actividad de la empresa, dotó de ruedas de goma que nunca antes habían llevado.
En ese primer ejercicio vendió 110.000 dólares en neumáticos. Una cantidad importante, pero nada que ver con los 115 millones que la compañía facturaría en 1920, en plena expansión del automóvil, gracias al acuerdo alcanzado unos años antes, en 1906, con su amigo Henry Ford para que todos los coches de su modelo T llevaran neumáticos Firestone.
Con más de 20 millones de automóviles en las carreteras estadounidenses, Firestone se lanzó a abrir estaciones multiservicio en las que, además de neumáticos nuevos, se ofrecían cambio de aceite y baterías, reparación de frenos y mantenimiento: la primera One-Stop Service Station surgió en 1928; a finales de año, ya había 62.
Son numerosas las innovaciones que cabe atribuir a la compañía. Introdujo, por ejemplo, los neumáticos de baja presión o balón, que además extendió para su uso en el campo –dañaban menos los cultivos que los anteriores de acero–; también es suyo el primer neumático antideslizante; o las amortiguaciones de caucho en lugar de muelles metálicos, que mejoraban la comodidad de los pasajeros. “Si tienes ideas –dijo en una ocasión–, tienes el principal activo, y no hay ningún límite a lo que puedes hacer con tu negocio y tu vida”.
Una de esas ideas, la de controlar la producción del caucho sin depender de monopolios externos, le llevó en 1920 a comprar su propia granja en Liberia, donde desarrolló comunidades desde cero, construyendo carreteras, hospitales y escuelas, además de viviendas diseñadas según el modelo tradicional del país en las que vivían trabajadores con jornadas laborales de ocho horas y con acceso a bajo costo a productos estadounidenses.
La fábrica que abrió en 1928 en Bretford, Inglaterra, no solo fue la primera fuera de su país, sino también el comienzo de una expansión que le llevaría a contar con fábricas en todos los continentes y a acabar convirtiendo a Firestone en un exitoso negocio global. En España, aterrizaría en 1931, en Basauri (Vizcaya); en 1967 fue inaugurada una fábrica en Burgos y en 1976 una tercera en Puente de San Miguel (Cantabria). Las tres continúan en la actualidad, especializadas, respectivamente, en neumáticos de camión, de turismo y agrícola.
Inversor destacado de la sociedad estadounidense del siglo XX, Harvey Firestone fue amigo de personajes como Henry Ford y Thomas Edison, con quienes formó el Club de los Millonarios, un círculo de empresarios en el que los negocios se cerraban con un apretón de manos, e impulsó también el movimiento Good Roads para mejorar el estado de las carreteras.
La historia de Firestone transcurre ligada al mundo de la competición. Desde que en 1909 Harvey Firestone creara un juego de neumáticos para un coche conducido por Barney Oldfield en la Indianápolis 300, los hitos de esta vinculación se suceden: en 1911 Ray Harroun ganó la Indianápolis 500 con neumáticos de la marca; en 1957 Firestone desarrolló un neumático para soportar velocidades de más de 305 km/h para las 500 Millas de Monza; 2002 se convirtió en el Proveedor Oficial de IZOD IndyCar y las 500 millas de Indianápolis; entre 1991 y 2015 fue proveedor oficial del Indy Lights, y desde 1965 y durante 10 años, estuvo involucrada en las series de Fórmula 1. Graham Hill fue el primer piloto que ganó este campeonato con neumáticos Firestone.
La música fue otra de las grandes pasiones de Harvey Firestone, lo que desembocó en The Voice of Firestone (1928-1963), el primer programa de radio musical patrocinado. En 2015, la marca recuperó ese espíritu creando Firestone Live, convirtiéndose en patrocinador de importantes festivales de música en varios países europeos, entre ellos España, donde además lanzó en 2017 la Ruta Firestone, con conciertos en diferentes ciudades. “Da igual el trabajo que se realice –dijo–, no importa lo pequeña o trivial que sea la tarea; siempre hay que tratar de desarrollarlo mejor de lo que nunca se haya hecho antes”.