La dinastía Tudor

La dinastía Tudor

Hace 90 años quedaba registrada la marca The Tudor. Aunque restaban todavía unos años para que Hans Wilsdorf creara la empresa Montres Tudor (1946), la idea de crear relojes de calidad que se pudieran vender a un precio más bajo que los Rolex, rondaba ya por la cabeza del visionario emprendedor. Tras unos primeros relojes […]

Hace 90 años quedaba registrada la marca The Tudor. Aunque restaban todavía unos años para que Hans Wilsdorf creara la empresa Montres Tudor (1946), la idea de crear relojes de calidad que se pudieran vender a un precio más bajo que los Rolex, rondaba ya por la cabeza del visionario emprendedor. Tras unos primeros relojes en los que el destino fue Australia –dominados por la forma tonneau–, Wilsdorf se hace con las riendas de la compañía a la que comenzará a dar forma y vida, obviamente con el estilo y filosofía que ya había insuflado en la firma de la corona. Robustez, fiabilidad, precisión y elegancia, que en Tudor se representó inicialmente a través del escudo de la rosa de la dinastía inglesa del mismo nombre. El escudo desapareció en apenas un año de su iconografía, pero no la rosa, que ha sido parte importante en esa imagen de elegancia que transmite la marca. En 1952 se produce el lanzamiento del Oyster Prince, el primer gran acontecimiento de la marca, y donde también se plasma la habilidad de Wilsdorf para comunicar a través de la publicidad. Y la capacidad para sacarle partido a sus grandes innovaciones, la caja Oyster y el mecanismo de cuerda automática por rotor Perpetual.

Manual submarino

Aunque las evidencias puedan hacer pensar que Tudor era solo una consecuencia de lo que hacía Rolex, la realidad es que en Tudor siempre se ha seguido un camino creativo independiente, que ahora, en los nuevos tiempos, se concreta incluso en lo mecánico con la realización de su primer calibre manufactura. Pero siguiendo el recorrido por la historia de la marca hay tres momentos que marcarán su personalidad y también su reconocimiento en el mercado. El primero de ellos se produce en 1954, cuando aparece en escena el primer reloj submarino de la marca, el Tudor Oyster Prince Submariner (referencia 7922) y en que en sus múltiples variantes y desarrollos posteriores será uno de los best-seller de la casa hasta el año 1999, con dos épocas muy determinadas. Una llega hasta 1968, y además de pasar de 100 a 200 metros en su estanqueidad se investigó sobre las cualidades ideales que debía tener un reloj destinado al submarinismo; la otra, se ocupa precisamente de ese desarrollo del ideal y es donde se registran cambios en el color de la esfera o la aparición de los índices y agujas cuadrados –los snowflakes– tan apreciados por los coleccionistas. Pero la calidad de los Tudor de buceo iba a quedar contrastada cuando también se convierte en el relojes de los submarinistas militares, en especial con el reloj 9401 de la Marina francesa, en 1977. Un segundo momento lo marca la introducción en 1957 del Advisor, el único reloj que la marca ha realizado con alarma, y del cual se fabricaron tres diferentes versiones hasta 1977. En 2011, una de ellas se reeditó, solo que con un diámetro 8 mm mayor que su predecesor. El tercer gran argumento se sitúa en 1970 cuando lanza el primer cronógrafo, el Oysterdate –entonces de cuerda manual– que da a pie a una serie de líneas que hoy siguen siendo muy buscadas por los coleccionistas. La primera de ellas es de 1971 y es conocida como los ‘Montecarlo’; la segunda, de 1976, recibe el nombre de ‘Big Block’, que introducía su primer cronógrafo automático. Cierra el discurso de ‘tiempos parciales’ la versión lanzada en 1995 y su caja modificada. Son ejemplos más que suficientes para entender que Tudor ha creado un estilo, que ha mostrado su carácter sin necesidad de Rolex pero apoyado en el mismo concepto y filosofía, el de crear productos tan fiables y precisos que se conviertan en imprescindibles de toda buena colección. Los últimos años han sido testigos de la llegada de relojes que ofrecen esa ‘porción’ de historia, de vintage al que se le añaden los principios de la evolución. De la relojería contemporánea.

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