Marqués de Murrieta da en el blanco

Marqués de Murrieta da en el blanco

Nada es fruto de la casualidad, y menos cuando se habla de Marqués de Murrieta. Detrás de cada nueva añada hay un trabajo tan concienzudo como perfeccionista, con un estilo inequívoco, el que ha marcado Vicente D. Cebrián-Sagarriga. Desde que se inició el proceso de cambio en la bodega –en el tránsito de uno a […]

Nada es fruto de la casualidad, y menos cuando se habla de Marqués de Murrieta. Detrás de cada nueva añada hay un trabajo tan concienzudo como perfeccionista, con un estilo inequívoco, el que ha marcado Vicente D. Cebrián-Sagarriga. Desde que se inició el proceso de cambio en la bodega –en el tránsito de uno a otro siglo–, Marqués de Murrieta, que va camino de los 165 años de historia, ha ido marcando una serie de hitos que tienen como último ejemplo un hecho hasta ahora nunca visto en un vino blanco español: la obtención de 100 puntos Parker. El mérito es para el Castillo Ygay Blanco 1986, “un vino para el que venimos preparándonos los últimos 22 años”, y donde queda resumida la historia de la casa, pero también el trabajo de transformación que “ha permitido la evolución, que no el cambio, de la marca”. Vicente D. Cebrián-Sagarriga, Conde de Creixell, es exigente en cada nuevo paso que emprende, pero también respetuoso con el pasado de la firma: “Desde el principio se ha respetado escrupulosamente su trayectoria en el mundo del vino. Nuestra renovación ha sido tranquila, pausada, pero con paso firme”. Determinación que, ‘alimentada’ con el conocimiento de un equipo de gran nivel, permiten creaciones como el Castillo Ygay Blanco Gran Reserva Especial 1986. Ese es otro de los secretos de Marqués de Murrieta, rodearse de personas que han entendido un mensaje: “No soy enólogo, pero lo que siempre he hecho es transmitir por dónde debemos ir y la personalidad y alma que ha de tener cada vino”. Y en este caso concreto, los 252 meses en barricas de roble americano y los 67 meses en depósitos de hormigón, a los que les siguieron tres años más en botella (en total 30 años desde la recogida de la uva), han dado como resultado algo excepcional, un ‘néctar’ que accede de forma directa –y consensuada– a ese territorio de la excelencia que procura para cada nueva creación vinícola este apasionado empresario que ha aprendido a amar el vino, a dotarle de alma. Gentleman

Un vino con futuro

En esta añada tan especial, la bodega ha recuperado una tradición, la de la elaboración del Castillo Ygay Blanco. Los 100 puntos Parker han sido asignados por Luis Gutiérrez, responsable de The Wine Advocate en España, la publicación del prestigioso crítico, y en su opinión, “es uno de los mejores vinos blancos que he probado en toda mi vida”. De hecho, la nota que acompaña a la puntuación es elocuente: “Este es un vino perfecto. Se muestra cada vez más y más joven con el tiempo en la copa. No tengo ninguna duda de que estamos hablando de un blanco para los próximos 50 años. El vino es simplemente impresionante”. Para poder puntuar el vino, la publicación realizó una cata vertical de Castillo Ygay Blanco desde 1919 a 1986. Y se produjo otro hecho sorprendente y nada habitual: el crítico dio también la máxima puntuación a otras dos añadas históricas, los Castillo Ygay Blanco Gran Reserva Especial de 1919 y 1932. Una distinción que le convierte en la única marca en el mundo que ha logrado los 100 puntos Parker tres veces en una misma cata. Un registro que añadir al valor de la marca Castillo de Ygay, con la que Marqués de Murrieta quiere conseguir vinos que reflejen no solo la excelencia, sino que sean capaces de superar el paso del tiempo. De la reserva especial de 1986 solo habrá una producción de 8.125 botellas, una cifra muy pequeña para una bodega que está presente en 96 países de todo el mundo que absorben el 70% de la producción total de Marqués de Murrieta. Ese es otro de los grandes éxitos que hay que apuntar en el haber de Cebrián-Sagarriga; ha sabido convertirla en una casa de corte internacional, con una actividad exportadora descomunal. Pero volviendo a Castillo de Ygay, esta nota perfecta refrenda el trabajo realizado sobre una marca; un camino que no ha resultado nada fácil. Vicente D. Cebrián-Sagarriga así lo recuerda: “Es el vino que más nos ha costado activar porque tenía unas bases tan profundas que no era fácil adaptarlo a los nuevos tiempos. Había gente que nos decía que no lo cambiáramos, que ya era una de las marcas más importantes del vino. Pero no hicimos caso, y surgió un Gran Reserva tinto alabado por la crítica mundial”. Ahora, un blanco acapara todas las miradas, y también todos los deseos. La perfección existe.
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